La deuda de hoy, ayer y mañana
Aprobados los últimos presupuestos del mandato del alcalde
Enrique Tierno Galván volvió ayer al pleno del Ayuntamiento de Madrid. Y nada menos que al extraordinario de presupuestos, que aprobó definitivamente -con la mayoría absoluta del PP y la oposición de PSOE e IU- las cuentas de 2007, las últimas del mandato de Alberto Ruiz-Gallardón. El ex alcalde socialista Tierno fue citado por el concejal de Hacienda, Juan Bravo, para demostrar que la deuda actual, tan denostada, no es tan grave como parece.
"El pago de la deuda supone ahora un 2,8% del presupuesto, y un 6,5% si se incluye el canon anual por la obra de la M-30. En época de Tierno, sólo los intereses de la deuda ya suponían el 7,2%; en 1993, el 13%; en 1994, el 10,6%... ¿Y un 6,5% es, según ustedes, una deuda inasumible?", planteó Bravo a los concejales de PSOE e IU, que minutos antes habían arremetido contra la política "despilfarradora" y recordado que Madrid es la ciudad más endeudada de España.
La deuda fue, otro año más y van cuatro, la protagonista del pleno más importante del año, aquél en el que se decide cuánto dinero manejará el Ayuntamiento el año siguiente y en qué lo gastará. Esta vez son 5.700 millones y el destino difiere según quién y cómo interprete los presupuestos: el PP sostiene que el dinero servirá para terminar decenas de equipamientos públicos en los distritos, sostener los servicios básicos -luz, limpieza, basuras, seguridad- de una ciudad que crece en "50.000 nuevos habitantes cada año" y "seguir incrementando" servicios sociales como la teleasistencia o la ayuda a domicilio para mayores. La oposición asegura que ese gasto social es "mínimo" (no llega al 10% del presupuesto) y resume las cuentas en una obra: la M-30.
"Este Ayuntamiento está hipotecado para años, mientras la dualidad de Madrid se acentúa: inversiones millonarias frente a prestaciones sociales insuficientes", señaló Concha Denche, de IU. Y aportó más reproches: "La ciudad de Gallardón es desigual, desregulada, ecológicamente insostenible, un clásico del modelo inmobiliario al uso".
Isabel Vilallonga, del PSOE, inquirió a Bravo: "¿Qué ha sido del Plan de Revitalización del Centro? ¿Y cuántas escuelas infantiles o de música han hecho? Con ustedes hay 35.000 árboles menos. Privatizan servicios públicos, y los madrileños pagan cada vez más impuestos. Ésta es una Administración lenta, pesada, cara e ineficaz. ¿O no han visto las colas de ciudadanos para pedir la tarjeta de la zona verde de aparcamiento o para entrar a los polideportivos?".
En realidad no fue un debate sobre los presupuestos de 2007, sino un auténtico balance de legislatura en el que unos sacaron pecho y los otros trataron de demostrar que Ruiz-Gallardón vende "humo". En un golpe de efecto, el concejal de Hacienda fue mostrando fotografías en color de un montón de equipamientos ya terminados "o en proceso de terminación". "Esta biblioteca, hecha; esta escuela de música, hecha; este centro de mayores, a punto de terminar... Mire, mire, señora Vilallonga", iba enumerando. Y la bancada socialista pateaba: "¿Terminados? ¡Mentira!".
Bravo había comenzando proponiendo a los concejales un viaje virtual por Madrid, desde la foto grande (su promoción internacional), hasta la más pequeña (el trabajo de los distritos). "No planee, aterrice", le soltó Concha Denche. Al final, todos coincidieron en que los modelos que defienden son diferentes.
"Usted no piensa en los ciudadanos, sólo en las grandes infraestructuras. Están obsesionados con inaugurar", resumió Vilallonga. Bravo contestó solemne. "Mire, aquí hay dos alternativas: hacer cosas que mejoren la vida de la gente o no hacer nada. Hubiera sido mucho más fácil para nosotros acabar con superávit cada año. Pero habríamos contraído una deuda enorme con los madrileños: no habríamos hecho nada para resolver sus necesidades".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.