_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El Campeonato de palabras entre el cristianismo y el islam

La entrada del Papa en el último partido del choque de civilizaciones -el Campeonato de palabras entre el cristianismo y el islam- fue seguida con avidez en todos los rincones del mundo excepto uno: las salas de juntas de las finanzas occidentales.

Desde el 11-S, los bancos y las instituciones financieras cortejan a los eruditos islámicos, pagándoles generosos salarios de más de un millón de euros por emitir fatwas

o legitimar sus productos adaptados a la sharia

. Estos esfuerzos están dando sus frutos. En junio de 2006, Lloyds TSD (Reino Unido) anunció que ofrecería servicios financieros islámicos en todas sus sucursales en el país. "A partir de hoy, los dos millones de musulmanes británicos tendrán acceso a cuentas corrientes e hipotecas que cumplen con la ley islámica (la sharia), en las 2.000 sucursales bancarias", declaraba el banco. Deutsche Bank también ha abierto una "ventana islámica", un fondo de dinero específico para sus actividades islámicas, con sede en Londres pero, de acuerdo con The Financial Times, "estrictamente separado del resto del banco". En junio de 2006, Deutsche Bank anunció que actuaba como director de emisión conjunto de 400 millones de euros de activos sukuk (bonos que cumplen con la sharia) para el Banco de Desarrollo Islámico (BDI), con sede en Yedá, Arabia Saudí. En septiembre de 2006, debía empezar a funcionar en la ciudad de Birmingham el Islamic Bank of Britain, primer banco islámico de Reino Unido.

Aunque debatida durante décadas, la banca islámica nació tras la primera crisis del petróleo. En 1974, unos cuantos personajes visionarios como Mohammad al Faisal (hijo del fallecido rey Faisal de Arabia Saudí), Saleh Kamel de Arabia Saudí, Ahmed al Yasin de Kuwait y Sami Hamud de Jordania, canalizaron parte de la riqueza producida por la primera crisis petrolífera hacia la formación de una nueva camada de bancos islámicos. Especialistas en sharia y clérigos dibujaron la estructura monetaria de los nuevos bancos. Por consiguiente, el núcleo de la economía de la sharia lo constituye una excepcional empresa conjunta entre musulmanes ricos y especialistas en sharia. La inusual asociación entre los poderosos económicamente y los líderes religiosos es un fenómeno exclusivo de la economía moderna. Una empresa conjunta idéntica se está forjando hoy entre bancos occidentales y especialistas en sharia.

Por lo tanto, la asociación es la raíz de las finanzas islámicas. Nace del concepto de umma, el conjunto de creyentes, fundamental en el espíritu del islam.

La umma se considera una sola entidad; prolifera, piensa y ora con una sola voz, es el alma interior del islam. La asociación es también el latido del corazón de la economía islámica. La filosofía subyacente es arriésgate a compartir. El prestamista debe compartir el riesgo del prestatario (convirtiendo a ambos en socios de hecho). Ese punto de vista la separa definitivamente de las finanzas occidentales, que intentan maximizar los beneficios y minimizar las pérdidas mediante la diversificación y la transferencia de riesgos. Además, hay que poner el dinero a trabajar.

Dado que las finanzas islámicas prohíben el interés, o riba, buscan ingresos derivados de arrendamientos, derechos, beneficios empresariales y corrientes de mercancías (una hipoteca, por ejemplo, es un arrendamiento para comprar acomodo). Así, la economía conceptualmente islámica es la opuesta a las finanzas occidentales, centradas en el individuo y cuyo acicate es la constante búsqueda de riqueza personal.

Dos grandes crisis mundiales han fomentado las finanzas islámicas: el hundimiento del mercado asiático en 1997 y el 11-S. El primero provocó un atrincheramiento y el segundo un cierre respecto a la economía al estilo occidental.

Malaisia, un país musulmán comprometido, abrió el camino a estos cambios drásticos. En 1997, en plena crisis asiática, el entonces primer ministro malaisio, Mohamad Mahazir, rechazó la intervención del FMI y atacó públicamente a los especuladores monetarios extranjeros, acusándolos de arruinar a un país musulmán próspero y de rápido crecimiento. Jugó una baza inesperada: garar, la prohibición islámica de la especulación. Transmitió al mundo islámico la imagen de que Malaisia era víctima de los avariciosos comerciantes occidentales. Todavía más impactante fue la justificación de su comportamiento. "Llamar al FMI habría sido un desastre para la umma de Malaisia", declaraba en 2000 durante un discurso pronunciado al aceptar un premio de la empresa financiera islámica LARIBA, en Estados Unidos.

Al poner los intereses de la comunidad musulmana, el bienestar de la umma, por encima de los principios de la economía de mercado, Mahazir recordó a los inversores musulmanes que la fuerza de la economía islámica reside en la asociación. Por lo tanto, el dinero del Golfo siguió fluyendo mientras la crisis en Malaisia alcanzaba su cenit, y en rápida sucesión llegaron los controles de capitales, la retirada de la moneda malaisia de los mercados internacionales porque ya no era convertible, el despido del gobernador del Banco Central, el despido y posterior encarcelamiento del entonces ministro de Economía y primer ministro adjunto Anuar Ibrahim.

La decisión malaisia de dar la espalda a las finanzas occidentales era irreversible. A partir de 1997, los esfuerzos económicos del país se centraron en construir un sistema financiero alternativo, basado en la sharia.

Para cuando Al Qaeda echó abajo las Torres Gemelas, Malaisia había desarrollado un sistema bancario islámico bastante avanzado. El atentado provocó una prisa de los inversores musulmanes por islamizar su cartera. Temiendo que la Ley Patriótica introdujera controles más duros, restricciones de visados y la posible congelación de activos, debido a las nuevas políticas financieras contraterroristas de Estados Unidos, los inversores musulmanes se trasladaron a países que ofrecían finanzas islámicas, y Malaisia estaba preparada para recibirlos. Desde entonces, el mercado financiero malaisio ha experimentado un auge. De acuerdo con Moody's, en 2004 se habían emitido 33.000 millones de euros en todo el mundo, y de ese total, 24.800 millones de euros, el 75%, se habían emitido en Malaisia, y sólo 8.200 millones en el Golfo.

Mientras la atención del mundo se centra completamente en el campeonato de palabras entre Oriente y Occidente, la plana mayor de las finanzas mundiales está forjando alianzas rentables.

Las finanzas islámicas constituyen hoy el sector más dinámico y más rápido de las finanzas mundiales; todo producto financiero occidental puede convertirse en instrumento amoldado a la sharia: microfinanzas, hipotecas, exploración petrolífera y de gas, construcción de puentes, hasta patrocinio de acontecimientos deportivos.

Las finanzas islámicas son innovadoras, flexibles y extremadamente rentables en potencia. Operan en setenta países con unos activos entre 400.000 y 600.000 millones de euros, y están listas para expandirse geométricamente. Con más de mil millones de musulmanes ansiosos por formar parte de ellas, los analistas prevén que en 2008 suponga aproximadamente el 4% de la economía mundial.

Al contrario de lo que muchos creen, los bancos occidentales son la fuerza motriz de ese crecimiento. Los tres grupos bancarios con más activos en 2005 en las finanzas islámicas fueron el suizo UBS (1.300 millones de euros); el estadounidense Citigroup (1.200 millones de euros); y el japonés Mizuho Financial Group (1.000 millones de euros). Bank of America, que ocupa el décimo lugar entre los principales grupos bancarios, dispone de activos por valor de 900 millones de euros, un 400% más que los activos de todas las instituciones islámicas.

Los seguidores de los partidos del choque de civilizaciones tal vez no sepan que los bancos con los que hacen negocios están adaptando sus finanzas a la ley islámica.

Quizá deberían reflexionar sobre la lección que enseñan las finanzas internacionales: cuando se trata de dinero, todos somos iguales.

Loretta Napoleoni es economista italiana, autora de Insurgent Iraq: Al-Zarqawi and the New Generation, y de Yihad: cómo se financia el terrorismo en la nueva economía (Urano). Traducción de News Clips.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_