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Columna
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Vídeos y mentiras

El PP celebró el fin de semana pasado su segunda conferencia -la primera estuvo dedicada a la inmigración- para preparar el programa de la campaña electoral que se iniciará con las autonómicas y municipales de mayo de 2007 y concluirá -salvo disolución anticipada de las Cortes- con las legislativas de la primavera de 2008. La materia escogida en esta convocatoria fue la seguridad, el eslogan propagandístico ideal -junto a la invasión de los sin papeles a bordo de cayucos y pateras- para hacer aflorar los temores reprimidos y las ansiedades latentes de los votantes. Entre las propuestas -en torno a 200- debatidas por los participantes en la convención, el presidente del PP seleccionó las medidas más severas como compromisos de su eventual Gobierno. Rajoy, sin embargo, se metió en un jardín al anunciar la creación de 30.000 agentes de las fuerzas de seguridad durante los tres primeros años de legislatura si gana las elecciones; los socialistas le recordaron que durante sus ocho años de mandato el Gobierno del PP dejó un saldo negativo de 10.000 plazas en las plantillas de la Guardia Civil y la Policía.

Las alternancias en el poder permiten a los electores contrastar las promesas para el futuro de los partidos con su historial como gobernantes en el pasado y separar así las ofertas creíbles de los embustes groseros. Geoffrey Regan señala en Guerras, políticos y mentiras (Crítica, 2006) que la moraleja de 1984 -"quien controla el pasado controla el futuro y quien controla el presente controla el pasado"- es aplicable tanto al régimen totalitario fabulado por George Orwell como a las democracias. Sirva de ejemplo de esa manipulación del pasado desde el presente con vistas al futuro el vídeo de propaganda negativa proyectado en la conferencia del PP para ilustrar la inseguridad ciudadana durante los dos años y medio de Gobierno socialista. La cinta incluye imágenes correspondientes al 28 de octubre de 1996 y al 1 de mayo de 2002 -cuando Aznar presidía el Gobierno y el Ministerio del Interior estaba a cargo de Mayor Oreja y Rajoy, respectivamente- como si pertenecieran a la actual legislatura; también se permite el rasgo de humor negro de añadir una refriega de narcotraficantes en Colombia de octubre de 2003.

Agarrados in fraganti como niños sorprendidos al meter el dedo en el bote de mermelada, los responsables políticos del desaguisado no han tenido siquiera la gallardía de reconocer su resbalón y han endosado las culpas a la empresa productora del vídeo. Cambiando su habitual aire de sombrío inquisidor por el alegre papel de cínico ingenioso, el secretario de Libertades Públicas, Ignacio Astarloa, bromeó con la idea de que esas imágenes (incluida, al parecer, la colombiana) muestran la lamentable situación de la seguridad dejada en 1996 a sus sucesores por los socialistas. No es la primera vez que el PP utiliza de manera fraudulenta el montaje y la voz en off de un vídeo: el reportaje sobre el 11-M producido por FAES, una fundación presidida por Aznar, es una burda manipulación para atribuir solapadamente a ETA la responsabilidad total o parcial del atentado de los trenes de la muerte.

El uso de la mentira por el PP no se circunscribe a esos garbeos por el mundo audiovisual, sino que recorre toda su política informativa. Aznar comprometió su palabra ante el Congreso y los ciudadanos (en una entrevista de Antena 3) para garantizar que la existencia de armas de destrucción masiva en manos de Sadam Husein era una realidad indubitable; los destinatarios de aquella comprobada falsedad aguardan todavía la rectificación y las disculpas del presidente de honor del PP. La infundada atribución a ETA -con fines electoralistas- del atentado de Atocha por el Gobierno de Aznar en las vísperas del 14-M y la insostenible acusación posterior de los populares según la cual los socialistas impedirían a la sociedad española saber la verdad sobre la autoría del atentado ilustran esa galería de embustes. La utilización de la mentira no sólo infringe las reglas de juego democrático, sino que además atenta contra la convivencia civilizada: "Al mentir, el mentiroso acrecienta su poder y reduce el nuestro; mentir a alguien supone fundamentalmente no respetarle como ser humano" (Michael P. Lynch, La importancia de la verdad para una cultura pública decente, Paidos, 2005).

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