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Dromesko y los hermanos Forman instalan su barraca frente al Lliure

El conjunto ambulante ofrece teatro, danza, música y cena

Suspendidas del techo, varias hileras de cestos de mimbre reciben al visitante de la barraca de madera instalada por el Théâtre Dromesko y los Hermanos Forman frente al Teatre Lliure. Desde hace 11 años, las dos compañías realizan un viaje discontinuo por Europa con su espectáculo La baraque, con el subtítulo de Cantina musical: vino, sopa y música. A partir de hoy y hasta el 3 de diciembre, el montaje recala en Barcelona.

La acogedora barraca, que ocupa la explanada conocida como plaza de Margarida Xirgu, es el escenario ambulante de la actuación, una singular concepción del espectáculo que entronca con la vida y se sirve de la música, la danza, la canción y el teatro como principales vehículos expresivos.

La baraque es "una experiencia poética", según la define uno de sus creadores e intérpretes, Benoît Goñi, más conocido como Igor y cofundador junto con su compañera Christine Lavina, LiLy, de la compañía Dromesko. El público es invitado a sentarse a unas mesas de madera y compartir una botella de vino mientras se suceden las actuaciones. Cuando éstas terminan, los intérpretes se sientan con ellos y todos juntos comparten una sopa. La intención es estimular una relación especial entre los actores y los espectadores, pero también entre éstos. La música zíngara y las marionetas de los hermanos Forman, hijos del cineasta checo afincado en Estados Unidos Milos Forman, cobran vida en esta cantina bohemia que tiene el encanto de lo antiguo.

"Utilizamos cinco o seis marionetas distintas, la más pequeña de tres centímetros y la mayor de cerca de 1,60 metros. Cada una interviene en un momento determinado y crea una situación precisa", explica Matej Forman, que junto con su hermano se ha dado a conocer entre el público español principalmente con su espectáculo La ópera barroca. Matej y Milan Forman explican que, en sus visitas a la barraca, su padre suele ayudarles a preparar la comida y, entre las continuas bromas que salpican su discurso y el de Igor, desvelan su deseo de que su condición de titiriteros no perjudique la carrera del realizador de Los fantasmas de Goya.

Para los artistas de La baraque (una decena, de Chequia, Eslovaquia, Hungría y Francia, además de seis perros), las funciones en la cantina son agotadoras: duran más de tres horas, de continuo intercambio con el público. Por eso, explican, es necesario dosificarlas.

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