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Reportaje:Fútbol | Así vive el técnico vasco su experiencia en Belgrado

"Jugar contra España sería un rollo"

Javier Clemente pasa una época de placidez como seleccionador de Serbia y se siente más valorado que en su país

A 15 kilómetros de Belgrado, orillando el río Sava que bordea la ciudad, se alcanza Kovilovo: a la izquierda un bosque tupido, a la derecha, un descampado; en el centro, un lujoso hotel de lejana inspiración mediterránea, un campo de fútbol y dos pabellones azules que esconden instalaciones multiusos. Allí se concentra la selección serbia de fútbol, allí reina Javier Clemente. Su pequeña figura contrasta con los tallos serbios, futbolistas en su mayoría que superan con facilidad los 180 centímetros y otros como Zigic, del Racing, los 200. Pero entre todos ellos, jóvenes poco ruidosos y con el rictus habitual de cualquier futbolista en una concentración. Clemente es más Clemente que nunca, transmitiendo la sensación de que lleva en Belgrado media vida, aunque apenas pase tres o cuatro días cada vez que tiene partido.

"Aquí soy muy popular porque se vive el fútbol con intensidad y son muy nacionalistas" "Estoy en Serbia porque estoy loco. Quizás otro entrenador español no habría aceptado el reto"
"Estoy en Serbia porque estoy loco. Quizás ningún otro entrenador español habría aceptado el reto"
"La selección española tiene jugadores muy buenos, pero que no saben en qué son buenos"
"El equipo serbio vive de los grandes en técnica individual. Cuando abusan, se tornan normales"
"Lo único que entiendo de la prensa es 'Clementor, selektor'. Ése soy yo. En lo demás, no sé si me mandan a..."
"Para lo que yo hago en la vida, igual da Serbia que otro sitio. Separado y con hijos mayores, es más fácil"

Su último viaje a la capital serbia estaba originado por el partido amistoso contra Noruega. En esta ocasión, Clemente viajó el sábado (y no el lunes, como tenía previsto) porque el presidente de la federación partía ese día desde Madrid. Cuando esas cosas ocurren, Clemente se aloja en un céntrico hotel de Belgrado, en espera de sus futbolistas. Esos son los ratos que dispone para conocer una ciudad un tanto impersonal y para que le conozcan. "Aquí soy muy popular", asegura el técnico vasco sin rubor, "porque se vive el fútbol con intensidad y además son muy nacionalistas. Aquí de fútbol opina todo Dios".

A Clemente, sin duda, le gusta la aventura. "Yo estoy aquí porque estoy loco. Quizás ningún otro entrenador español habría aceptado este reto. Económicamente, para un entrenador español es una verbena, pero si miras el esfuerzo que hacen ellos, es sobrenatural". Pero Clemente aceptó cuando la federación serbia, demasiado deprimida de su paso por el Mundial (6-1 ante Argentina), decidió contratar a un seleccionador no serbio por primera vez en su historia. "Yo era uno de los nombres que manejaron", reconoce Clemente, "y me llamaron porque creían que no iba a aceptar. Pero me gustaba el reto".

Ahí empezó todo. Clemente había rechazado antes la posibilidad de entrenar al Dinamo de Kiev "porque ellos trabajaban para la Liga de Campeones, en la que siempre se sienten clasificados. Allí hay muchos medios economicos y muy buenas instalaciones. Era un fichaje a medio plazo". Allí hubiera tenido que vivir en la capital ucraniana todo el año. Pero no le importaba. "Yo no vivo en Belgrado porque no hace falta. De todo el grupo de internacionales que manejo, sólo uno juega en Serbia [Trisovic, del Crvna Zveda], y entre vídeos, las transmisiones de Canal + y algunos viajes al extranjero, tengo todo controlado". Para el resto cuenta con sus ayudantes: Hristo Vidakovic, ex jugador del Betis, Osasuna y Ecija, y de Simo, ex del Marbella. Ambos le hacen de traductores y ayudantes. "Si Serbia me hubiera pedido que viviese aquí igual no hubiera dicho que no. Para lo que yo hago en mi vida, igual da Serbia que otro sitio". Sin duda su situación personal influye: "Separado y con hijos mayores es más fácil. Si no, no sería posible".

Traducir a Clemente exige un máster avanzado. El lunes pasado, Clemente tenía una conferencia dentro del curso UEFA que habilita para entrenar en el extranjero. En el auditorio, gente ilustre como el ex internacional Mihailovic, entrenadores yugoslavos de Primera y Segunda División. Clemente resulta auténtico, al lado de la pizarra y con un micrófono inalámbrico que va de la oreja a la boca. Se siente grande, nada impresionado por el auditorio que enseguida le plantea los temas habituales: el juego defensivo, el juego en función del contrario, los habituales fantasmas que persiguen a Clemente. El técnico español, que hasta entonces había respetado el orden con su traductor Vidakovic, se calienta, tiene muchas cosas que decir y no quiere esperar. Sus párrafos son cada vez más largos ante la atónita mirada de los entrenadores serbios. Vidakovic tiene que entrometerse en su discurso ("se piensa que le entienden", dice después). Clemente ha desgranado toda su teoría sobre el espacio, el movimiento y la profundidad en el fútbol, sobre los problemas de la selección española para triunfar en el mundo. Su filosofía se desgrana en frases rotundas que dirige a sus alumnos: "El fútbol del futuro será más individual todavía", "el futbolista es el artista del juego, nosotros los responsables del juego", "los contrarios siempre lo hacen bien" y finalmente el análisis de unos y otros: "Nosotros [la selección española] tenemos jugadores muy buenos pero que no saben en qué son buenos. Serbia vive de los grandes jugadores en técnica individual. Cuando abusan, se convierten en jugadores normales".

A Clemente le despiden con aplausos. Afuera, un hombre le saluda efusivamente hablándole en inglés, Clemente le saluda con respeto y después le pregunta a Vidakovic: "Oye, ¿quién es ese?". Y ese resulta que era Marasca, un ex futbolista del Estrella Roja, ahora en algún comité de la UEFA, que alguna vez coincidió con Clemente. Otro, esta vez alumno, le saluda de camino al hotel. Clemente no le conoce, pero el hombre se da a conocer: "Yo era seleccionador de Malta cuando jugamos contra España en 1996. Yo en un banquillo, tú en el otro". Es Milorad Kosanovic, ex entrenador del Estrella Roja y del Vojvodina, ex seleccionador sub 21 y el lunes pasado alumno de Javier Clemente. Unas fotos para el recuerdo cierran la sesión.

Clemente se siente fuerte al frente de la selección serbia. Tiene contrato hasta el final de la Eurocopa 2008, a cuya fase final ha encaminado los resultados previos (tres victorias y un empate). "Una de las razones de fichar un extranjero fue la habitual; a un entrenador local en su país siempre se lo comen. A un extranjero, no. En España pasa igual: viene un extranjero y le da igual que le insulten o que le critiquen. Se siente como el Cid Campeador. Yo para ellos soy muy conocido y mi currículo es más importante aquí que en España".

Clemente se ha quitado un trabajo en Serbia. Él, que asegura siempre con la boca pequeña que jamás lee la prensa en lo que le afecta, en Serbia parece cumplirlo a rajatabla: "Aquí lo único que entiendo es cuando ponen 'Clementor, selektor'. Ese soy yo. En lo demás no sé si me mandan a la mierda o se cagan en... Cuando jugamos un partido al día siguiente pregunto a Hristo [Vidakovic], '¿qué tal?' 'Bien, bien, lo habitual', y ya está"

La verdad es que cuesta trabajo ver a Clemente con una vida tan placentera y tan alejada de los conflictos mediáticos. Alguno tiene. "Me han dicho que hay un periodista que me critica con frecuencia, pero que lo hace porque está obsesionado con un futbolista al que no le pongo. Pero la verdad es que en Serbia jamás me han acusado de entrenador defensivo".

Clemente todavía no se ve en la fase final de la Eurocopa aunque va por buen camino, ganando por la mínima. Lo que tiene claro es que no le gustaría entonces enfrentarse con España: "Sería un auténtico rollo. Algo así como el partido del morbo, Clemente contra otro. Estoy harto de comparaciones. Si tengo que jugar contra España que sea en la final, eso sí me gustaría". Sin embargo, deportivamente cree que "no sería un partido fácil para nadie. Nosotros somos un grupo muy fuerte aunque tenemos mucho que mejorar".

Clemente se relaja junto a los bosques de Kovilovo. Ajeno a la prensa, se siente respetado y apoyado por sus colaboradores. "Aunque yo sé que soy un eventual y lo lógico es que me sustituya un serbio". Se ve que se lleva bien con los jugadores, con quienes bromea a menudo, en español, en un poquito de francés y otro poquito de inglés. En esta ocasión, incluso les dio la noche del lunes libre porque "todos juegan fuera y tienen derecho a ver a sus amigos y familiares".

No se siente extranjero en Serbia (incluso se ha familiarizado con los datos históricos del conflicto de la ex Yugoslavia, versión serbia), porque "los jugadores no son contrarios al extranjerismo. Todos juegan fuera, así que ya saben lo que es sentirse extranjero".

Clemente come después que los jugadores, junto a los inseparables Vidakovic y Simo y otros miembros de la federación. "El idioma es lo peor", insiste. "Yo sé que cuando me cabreo, la traducción no será en el mismo tono. Y cuando doy una orden en un entrenamiento y les oigo hablar a los jugadores entre ellos a veces pienso: 'éstos lo mismo me están mandando a... O dicen que me van a tirar por un puente'. En el entrenamiento, es un Clemente circunspecto, clásico. En el partido (abrigo azul marino, traje oscuro), un entrenador tranquilo. Ni los goles (1-1) le alteran. Es un encuentro amistoso. De allí al hotel y al amanecer de regreso a Barcelona. Probablemente, Clementor, selektor no vuelva a Serbia hasta el año que viene.

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