Shakespeare recién pintado
Una nutrida representación política saluda la reapertura de la Sala Muntaner y pasa un mal rato por culpa de un ascensor rebelde
Escoger a Shakespeare para inaugurar un teatro, aunque sea tan sólo una reinauguración después de un largo periodo de obras, es una forma simbólica de vestirse de gala. Los responsables de la Sala Muntaner de Barcelona quisieron ponerse de tiros largos para festejar la reapertura del teatro, que ha ganado en amplitud y presenta un nuevo aspecto gracias al azul cobalto de sus paredes recién pintadas. El jueves por la noche la sala estrenó Shakespare's night, un espectáculo de música y palabra en un marco escénico de arte conceptual, dirigido por Ferran Madico. Una versión destilada y esencial de la obra del dramaturgo, interpretada por la actriz Mercè Sampietro, la soprano Ailish Tynan y el pianista Ian Burnside, cuya primera función acogió una amplia representación política, que sufrió un pequeño boicoteo a cuenta de la rebeldía del ascensor recién instalado.
La afluencia política fue insólita: Mascarell, Saura, Mayol, Hereu, Iceta y Carles Martí
El consejero de Cultura, Ferran Mascarell; el de Relaciones Institucionales, Joan Saura, acompañado de la teniente de alcalde del Ayuntamiento de Barcelona Imma Mayol; el alcalde de esta ciudad, Jordi Hereu, y el concejal de Cultura, Carles Martí, encabezaron la comitiva institucional en una velada en la que estuvieron presentes también el portavoz del PSC, Miquel Iceta, así como un buen número de actores, entre ellos Rosa Novell, Carme Sansa, Manel Dueso y Anna Güell. La representación política es insólita (o cuando menos infrecuente en un acontecimiento teatral) y mucho más en el caso de una sala alternativa. Más allá de las aficiones, inquietudes y responsabilidades, la razón de su asistencia se explica en buena medida por el poder de convocatoria del jefe de prensa de la sala, Joan Estrada. Él es el alma y el activador del lobby Un dels Nostres, que el segundo lunes de cada mes reúne a mantel, sobremesa y debate espontáneo a un cada vez más amplio grupo de representantes de la cultura, el deporte y la política. Del lobby forma parte gente tan variopinta como el propio Carles Martí, el recién incorporado José Montilla, el cantautor Jaume Sisa, el médico Edmon Blasco, la pintora Francesca Llopis y el escenógrafo Pep Duran.
Acabado el acto, Josep Maria Coll, director de la Muntaner y uno de sus cuatro propietarios (los mismos accionistas de la vecina discoteca Metro), invitó a Mascarell, Hereu y Martí a saludar a los artistas de Shakespeare's night en los nuevos y relucientes camerinos. Sólo había que bajar un piso, pero pareció oportuno estrenar el flamante ascensor, instalado para adaptar la Muntaner a las normativas de accesibilidad. En él se embarcaron junto a Estrada y un fotógrafo del diario Avui. Pero el elevador, poco acostumbrado a la actividad, se mostró moroso y dejó a sus pasajeros encerrados entre ambas plantas. Allí permanecieron durante un cuarto de hora, sin cobertura y con la única opción de llamar al teléfono de emergencias de la empresa instaladora para solicitar un pronto rescate, con el ruego de que avisaran a la sala. Tras 15 calurosos minutos en la angostura del camarín sin que ninguno de los reos hiciera mención de aliviarse siquiera el nudo de la corbata, fue finalmente el técnico de la sala quien consiguió abrir las puertas: los cautivos debieron saltar hasta la planta de la que procedían para poder quedar libres.
Entonces sí les fue posible ir a felicitar al equipo artístico, a los protagonistas del espectáculo. En él sobresale el poderío actoral de Sampietro, cargada de recursos para dar alto voltaje a la lectura de los textos de Shakespeare, en cómplice compañía de la portentosa voz de la soprano.
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