El disgusto de Rubalcaba y el desencanto de CiU
El PSC madruga para apuntalar su cruzada y convertir el día de los Fieles Difuntos en fiesta de resurrección. El socialista Alfredo Pérez Rubalcaba, gran valedor del pacto PSOE-CiU en Madrid, no oculta su contrariedad a varios políticos catalanes sobre los resultados y la previsible reedición del tripartito. La apuesta del PSC es arriesgada. Mientras la ejecutiva socialista catalana ha dado "plenos poderes" a Montilla y respalda como opción prioritaria el tripartito, José Luis Rodríguez Zapatero se ve obligado ese mismo día a cortar de raíz en la ejecutiva del PSOE el debate sobre las alianzas de "los compañeros catalanes".
El secretario general del PSOE pide un voto de confianza para Montilla, que ya ha iniciado contactos con Joan Saura, líder de Iniciativa Verds-Esquerra Unida (ICV-EUiA), formación que había apostado desde el principio de la campaña por un Gobierno catalanista de izquierdas. Esa noche ambos cenan en un restaurante barcelonés. Y Montilla expone claramente lo que quiere: "No estoy por la sociovergencia, pero tampoco por un Gobierno tripartito a cualquier precio; quiero un tripartito con autoridad". Saura, con vistas a mejorar posiciones en un futuro Gobierno, le recuerda su fidelidad a la izquierda y los buenos resultados que su formación ha cosechado. Crece el optimismo en la izquierda y el desencanto en el centro-derecha. Esa misma tarde, CiU ya conocía qué pensaba Esquerra. El portavoz convergente, Felip Puig, se reúne con el secretario general de Esquerra, Joan Puigcercós. El encuentro se produce en un ambiente de secretismo propio de la guerra fría, como si se tratase de una reunión en la neutral Suiza, entre las planas mayores del espionaje soviético y norteamericano. La dirección de CiU advierte a Puig: "Si te sorprenden, no sabemos absolutamente nada de esta reunión". El encuentro resulta tan esclarecedor como decepcionante para CiU. "Mira Felip, vamos a apoyar un gobierno de izquierdas", asegura Puigcercós durante la conversación. Las luces de alarma se encienden en una CiU que, 24 horas antes, acariciaba un futuro de globos y confeti. "Incluso en clave española teníamos un soplo de esperanza; esperábamos un gesto de Zapatero", aseguran diversos dirigentes de la federación. Ese día se habrían producido llamadas de CiU a la sede del PSOE en Madrid. La cúpula convergente lo niega, pero los socialistas catalanes dicen tener la prueba del nueve al haber recibido numerosas llamadas de "los compañeros socialistas de Madrid".
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