La voz de la muñeca
Un fabricante de juguetes decía ayer en Tele 5 que una muñeca que tenía en sus manos tenía la voz de una cantante que había pasado por Operación Triunfo. Cada vez más se usa el peso de la fama (breve, fugaz, pequeñita, o grande, pesada) para explicar la autoridad de un producto, de una opinión o de una persona. En este caso, la autoridad de la voz de la muñeca venía dada por la procedencia gutural de sus sonidos; no son sonidos cualesquiera, ¡vienen de Operación Triunfo!
La tele es cada vez más una incubadora de famas, de todos los tamaños. Hay gente que para a las personas en la calle porque se parecen a personalidades que salen en la televisión, y a veces no sólo porque salen: aunque salgan para mal o estén en las proximidades de la mala fama, la gente les ofrece la colilla de la gloria.
En ese mundo de la fama sobrevenida tienen una cuota muy grande de poder los concursos, de todo tipo, y los reality shows. Este miércoles se entregaban en Cuatro los diplomas, por hacerlo así, de las chicas que han competido en busca de un sitio en el exclusivo mundo de las top models. Independientemente de otros valores, y de la mayor o menor fama que vayan a adquirir estas muchachas por haber pasado por estas pasarelas televisadas, lo cierto es que esa convivencia que nos ha trasladado el programa que ha presentado (con la soltura que le da su sentido del humor) Judit Mascó revela muchas contingencias del alma humana, que yo cifraría en esa imagen en la que las chicas aguantan la respiración, cogidas de la mano, mientras esperaban el veredicto. Eran cuatro, pero se cogieron la mano sólo tres. ¿Qué pasaba por la mente de la cuarta? Honda psicología debe necesitarse para saber qué pasa por el alma de los que compiten. Sobrecogían algunas lágrimas: en todo caso, más sinceras en su dramatismo que el histrionismo de carcajada con que ese mismo día recibió George Bush su derrota ya famosa.
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