La 'Armada' de Yeltsin
El tenis ruso, representado por cuatro jugadoras, demuestra su imparable apogeo
A Boris Yeltsin, ex presidente de Rusia, se le conocen manías y predilecciones varias. Predilección por los micrófonos y los cantos regionales. Predilección por las bromas pesadas a sus secretarias frente a la prensa internacional. Y predilección por los discursos largos y encendidos. Desde 1990, sin embargo, Yeltsin tiene una manía que ha revolucionado el mundo del deporte. Aquel año, todos los periódicos rusos le fotografiaron sujetando su pelo con una cinta, escondiendo su estómago bajo unos pantalones cortos y empuñando una raqueta. Y los niños rusos se pusieron a jugar al tenis. Y el gobierno ruso empezó a construir pistas cubiertas a ritmo de récord. Y Yeltsin se convirtió en el talismán, el amuleto, del equipo ruso de tenis, gastando tanta entrega y emoción que hasta se rompió una cadera -"estaba viendo por la noche en la tele un partido de nuestras chicas en Nueva York, tropecé en la oscuridad y me la rompí", suele recordar-. Las consecuencias de la manía de Yeltsin, impulsada por sus colaboradores con dinero negro, según la prensa rusa, se viven en Madrid, donde las ocho mejores raquetas femeninas del mundo disputan el torneo de maestras. Ayer se jugaron tres partidos, en los que participaron cuatro rusas.
"Su papel fue determinante", explica Elena Dementieva, criada en las pistas de Moscú a las órdenes de su madre y que ayer perdió 7-5 y 6-3 con su compatriota Kuznetsova. "Es un gran fan del tenis y, gracias a él, empezó a ser un deporte muy popular. Impulsó la construcción de muchas pistas en los alrededores de Moscú y, con su apoyo, se empezó a saber más de tenis", continúa. "El resto es difícil de explicar: todas venimos de distintas partes del país y tenemos distintas formas de jugar. Nos une una cosa: la motivación", añade. ¿Por qué el tenis ruso tuvo que esperar a Yeltsin? Porque la Unión Soviética favorecía los deportes olímpicos, y el tenis no lo fue entre 1924 y 1988. Y porque a ningún líder soviético le gustó nunca tanto un deporte. "A Yeltsin le gustaba mucho el tenis", coincide la francesa Amelie Mauresmo, número uno mundial.
"Aquella foto, como la de cualquier VIP, aumentó notablemente la popularidad del tenis. Aunque hay otro factor: es la mejor oportunidad que tienen nuestros chicos y chicas para hacer dinero", explica Eugeny Fediakov, el cabecilla de la decena de periodistas rusos desplazados a Madrid. El dinero es la palabra clave. Tarpishev, ex ministro de deportes y ex miembro del COI, creó en 1992 la Fundación Nacional del deporte. Yeltsin le concedió el derecho de importar tabaco y alcohol sin impuestos. Presuntamente, millones de dólares se perdieron en el camino y acabaron invertidos en infraestructuras de tenis. El efecto fue inmediato: "En 1990 había sólo 94 pistas cubiertas en todo el país", suele recordar Tarpishchev. "Y cuando la Unión Soviética desapareció, había 120 torneos. Hoy, organizamos 1.057, que se juegan en 127 ciudades diferentes".
Svetlana Kuznetsova no se benefició de esas instalaciones. Vive y se entrena en España. Es un producto de la academia de Casal-Sánchez-Vicario. No es una consecuencia del efecto Yeltsin. Y por eso analiza el fenómeno sin complejos: "Yo no sé nada de dinero negro", explica "Y Yeltsin, como Kournikova, fue importante porque popularizó este deporte. Creo que hay muchas rusas jugando bien porque crecemos en un ambiente ajustado, sin posibilidades, y nos acostumbramos a luchar, a competir entre nosotras. A mí sólo me ayudó mi padre, no la Federación. Aún así, si el dinero negro apoya el tenis, mejor. Si es negro significa que hay mucho, y cuanto más se dedique al tenis para que salgan jugadoras, mejor".
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