El voto del jubilado europeo
El año 2007 será en el que más extranjeros procedentes de países de la UE, casi 900.000, puedan votar en las municipales
Son las nueve y media de la mañana de un domingo de finales de octubre y en San Fulgencio (Alicante) ya se alza un sol que no da tregua. Phil Morris pide un té y sonríe. "Mi hermano y mi hija venían en vacaciones. Me encantaron el tiempo y el sol y decidí venir a pasar aquí la jubilación junto a mi esposa", explica en inglés. Este británico de 74 años vive en La Marina, una de las urbanizaciones de San Fulgencio, desde hace 5 años y medio. No habla castellano, pero no parece hacerle falta; la camarera, que se dirige a sus clientes en inglés, tampoco da muestras de conocer la lengua de Cervantes.
Morris, además de ser el capitán del equipo de bolos, forma parte de la población mayoritaria de ingleses que residen en este municipio. En San Fulgencio el 78,69% de los 6.450 habitantes censados, son extranjeros. Es el segundo municipio de España que más extranjeros tiene censados, detrás de sus vecinos de Algorfa, con un 80,1%. Y el que más población de la UE, Noruega, Bulgaria y Rumanía posee de toda España, el 64,2% de sus 8.197 empadronados.
"Hemos experimentado un crecimiento muy grande", señala Mariano Martí, edil del partido independiente emanado del PP. "Cuando la urbanización empezó, el 60 o el 70 % de los que llegaban eran jubilados; pero ahora ha llegado mucha gente joven que trabaja en periódicos extranjeros que se hacen en la zona, en el sector servicios, en inmobiliarias...".
Los extranjeros son ya una realidad social y administrativa que cada vez tiene más peso en la vida del pueblo. Y la demanda de servicios aumenta: Un retén policial, un centro médico y otro social, son algunas mejoras. La oficina de turismo, en la urbanización La Marina, también. Reme García gestiona el punto de información y el centro social, donde se imparten cursos de memoria, gimnasia y español. "El idioma ha sido una barrera importante. No hablan castellano y hasta hace poco, en el pueblo nadie hablaba inglés o francés, y mucho menos alemán o noruego", dice. Pero la distancia cultural y lingüística tal vez no hubiese sido tan grande si la física hubiese podido solventarse. Hasta hace tres años no había autobús, el cordón umbilical que ahora mantiene en contacto ambos asentamientos. "Hay mucha población mayor, que no conduce y a la que le cuesta desplazarse hasta el pueblo, por eso han terminado haciendo aquí su gueto", lamenta Reme. Así que acercar las instituciones de San Fulgencio a las urbanizaciones ha sido un proceso paulatino.
"El Ayuntamiento hace reuniones periódicas con las asociaciones para que puedan transmitirnos sus necesidades", señala Mariano, el alcalde. "Están muy concienciados con la comunidad y tienen más tendencia que nosotros al asociacionismo". Ronald, de 67 años, portavoz de la asociación de residentes explica que sus demandas son sencillas: "un carril bici, que se arreglen las calles, que se mejore la seguridad ciudadana y que haya un médico más en el centro". Maureen, que preside la asociación Ladies in Spain, se moviliza con sus damas "para conseguir un equipo mejor para la ambulancia".
Su compatriota Morris llegó en busca de sol y tranquilidad. Es un apasionado de la Guerra Civil y también recuerda que sufrió "los bombardeos de los nazis en la II Guerra Mundial". Ahora no tiene queja de su calidad de vida en San Fulgencio. "Tenemos dos buenos doctores; el autobús ha ayudado a que podamos realizar los trámites administrativos y los servicios se han acercado más a nosotros, tenemos supermercados y están construyendo una iglesia. Lo único que necesitamos realmente es agua". Por ese motivo afirma estar cada vez más interesado en política, "y en la consecución del trasvase Tajo-Segura", sentencia.
Ronald, Maureen y Phil, podrán votar cuando en mayo de 2007 se celebren las elecciones municipales y su voz, al igual que la del 78,69% de foráneos censados en San Fulgencio, tendrá que ser oída. La población extranjera crece, y su peso de cara a los comicios también. Por eso algunos se han decidido a entrar en política.
Simone Elster, alemana, llegó hace ocho años. Había veraneado en el pueblo durante 15 con sus padres, que decidieron pasar aquí su jubilación. Ella también se animó y se casó con un español. Empezó a trabajar en una inmobiliaria, pero en las últimas elecciones se lanzó. "Es importante que entremos en la vida política para dar un servicio". Los extranjeros han traído al municipio un crecimiento exponencial que no se refleja sólo en la economía local, que ha pasado de sostenerse sobre los cultivos hortofrutícolas que le proporcionaban las exiguas aguas del Segura, a revitalizarse a través del turismo, el sector servicios y un buen número de inmobiliarias. "La población activa ha traído niños. Se acaba de aprobar la ampliación del colegio, porque ya no caben y también la construcción de un instituto", añade Simone.
Según el alcalde no parecen interesados en crear sus propios partidos. "Sería una autoexclusión, y no parecen tener esa intención". El portavoz de la asociación de residentes, Ronald está de acuerdo. "De momento, preferimos integrarnos en los partidos que existen". Maureen coincide con él.
Miles de adosados se apelotonan en la suave ladera urbanizada de San Fulgencio y allá donde hay un hueco se abren nuevas zanjas y levantan muros para seguir construyendo. Alicante es la circunscripción con mayor número de extranjeros con derecho a voto, seguida de Málaga, y el número no tiene visos de disminuir. En las urbanizaciones de San Fulgencio la gente come una hora antes, bebe té, juega al críquet y acude a clases de español. "La integración que hay que hacer, es difícil", explica el alcalde. "El sistema educativo es diferente, los horarios de comida, la cultura... Se tienen que adaptar". Phil está dispuesto a aceptar ese precio: "Debemos tener claro que nosotros sólo somos invitados".
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