Vanguardia puesta a prueba
'Kick the trush' llena el Círculo de Bellas Artes de electrónica
Beats, vísceras de cordero, muchos decibelios y recitales en verso que animaban a un "exorcismo para niñas en trance", qué duda cabe de que 25 horas de festival underground dan para mucho.
Una caravana y un antiguo televisor apostados en la acera de la calle de Alcalá junto a la terraza del Círculo de Bellas Artes ofrecía la primera pista del festival que se celebraba dentro del edificio de Antonio Palacios: Kick the trush, anunciado como una intensa jornada de auténtica vanguardia artística que arrancó ayer a las doce del mediodía y acabará hoy a la misma hora. Pero en esta ciudad todos parecen curados de espanto y junto a los modernos que poco a poco iban llenando las salas del Círculo, los habituales grupos de señoras se mantenían impertérritos en la terraza.
"Este festival ha apostado por la riqueza de propuestas", dice uno de los comisarios
Una legión de porteros vestidos de negro intimidaban al personal y defendían los espacios de este festival alternativo en el que se mezclaron los pantalones de pinzas, las bermudas de turista o los clásicos vaqueros. "No conocemos a los que actúan y tampoco somos muy festivaleros, pero vinimos a ver de qué va esto", explicaban los estudiantes de la Complutense Fernando, Antonio y Carlos, devotos admiradores de los Beatles. Quizás este festival no estaba pensado para sus clásicos gustos.
Cerca de diez salas, 150 artistas y cuatro tipos de entradas (de los tres a los 70 euros) sembraron el desconcierto entre los asistentes. "Por 50 euros sólo puedes asistir a uno de los conciertos, para el resto tienes que pagar otros diez", se quejaba Vanessa. Lola, no le iba a la zaga: "las botellas de agua cuestan lo mismo que las copas, esto no se veía desde la ruta del bacalao".
Diego Bonati, en una de las zonas abiertas a todo el público, invitaba a los asistentes a disfrutar de sus proyecciones dentro y fuera de su DOM, una carpa instalada a tal efecto. El colectivo DesBASURAment hacía buen uso de los residuos animando a los visitantes a proyectar las cintas de vídeo que llevan años recogiendo de la basura.
Silvia, una brasileña de 27 años, no podía dejar de sentirse decepcionada: "este es un festival que va de alternativo pero es muy elitista, no tiene patrocinadores comerciales pero deberían pensar que no todo el mundo interesado en el arte de vanguardia tiene tanto dinero para gastar".
Los talleres de música de la última planta llenaron de trance la sobremesa y al caer la tarde le llegó el turno a uno de los artistas más esperados y polémicos: Lennie Lee. Él demostró que, si Madonna no duda en crucificarse en los escenarios, el mundo underground no tiene porque ser menos irreverente. No estaban permitidos ni cámaras ni móviles en las salas, y una decena de porteros se encargaba de cumplir estas órdenes a rajatabla incluso cuando la función ya había arrancado. Lennie, vestido de cura, procedía a dar la comunión en el patio de butacas. "Yo me he negado porque no he comulgado nunca y ésta no iba a ser la primera vez. Me he salido cuando se ha puesto a comer vísceras. Era asqueroso. Si quiere, que se meta en una secta. Me molesta que el arte experimental tenga esa carga de violencia", explicaba esta publicista valenciana de aspecto punk y actitud zen.
En las antípodas del provocador Lee y su pieza, creada específicamente para esta ocasión, se situó Dj Maestro un violinista transformado en pinchadiscos y mezclador de excepción para el sello Blue Note.
En la cola del concierto de Rivera F, una de las actuaciones más esperadas, se encontraban Francisco, un portugués aspirante a diseñador y réplica andante de Paco Claver, y Christian, un músico electrónico. Este último un auténtico fan del recién nacido festival: "Las actuaciones que he visto tienen un altísimo nivel: Esto es de lo mejor que hay. El concierto de piano de Maxence Cyrin y la actuación de Junko Wanda me han encantado".
También se mostraba muy satisfecho uno de los comisarios de este festival, Javier Duero, quien destacaba la reacción positiva del público madrileño. "Hay mucha variedad y mezcla, lo que demuestra que la creación de vanguardia interesa a todos. Este festival ha apostado por la transversalidad y la riqueza de propuestas. Hasta la una de la madrugada se llegará al cénit y luego vendrá la gran fiesta para disfrutar de lo aprendido".
Los jóvenes noctámbulos que ya empezaban a formar cola a las puertas del Círculo parecían darle la razón. La fiesta en Madrid no tiene fin y la vanguardia es un buen motivo para celebrarla.
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