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EL CÓRNER INGLÉS | Fútbol | Internacional
Columna
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La vuelta de los viejos rockeros

Cuando fichó por el Real Madrid, David Beckham creía que venía a un mundo mejor. En cierto modo, no se equivocó. Desde que aterrizó en España, en junio de 2003, su antiguo club, el Manchester United, ha hecho poca cosa. Ha ganado una Copa inglesa, pero en la Liga ha estado más detrás del Chelsea que el Madrid del Barça, y en la Champions los de Alex Ferguson han sido una auténtica calamidad. Beckham ha tenido sus días buenos en el Bernabéu y nunca dismuló el gusto que le daba jugar en el mismo equipo que su héroe, Zinedine Zidane.

Hubo un anuncio en la televisión inglesa hace un par de años en el que algunos de sus ex compañeros del Manchester le miraban con envidia, lo que podría haber sido un reflejo fiel de la realidad.

Todo, de repente, ha cambiado. Nadie se lo esperaba, pero el Manchester ha tenido un gran arranque esta temporada. Va el primero en la Liga inglesa y ha ganado sus tres primeros partidos de la Champions. Más sorprendente aún, prueba una vez más de que en el fútbol nunca se puede predecir nada, ha sido la resurrección de los dos compañeros de Beckham en el trío dorado que salío de la cantera del Manchester: Ryan Giggs y Paul Scholes. Especialmente, la de Scholes, que no pudo jugar la última mitad de la temporada pasada debido a un problema de vista doble en el ojo derecho que parecía haber acabado con su carrera.

Giggs ha sido el extremo izquierdo que más placer ha dado a los enamorados del fútbol desde su estreno en el Manchester, en 1992, cuando tenía 17 años. Un wing clásico, rapidísmo, tiene la ligereza en los pies y la cintura de un Fred Astaire. O la tuvo, hasta que en la temporada siguiente a la salida de Beckham perdió la electricidad que definía su juego. Intentaba regates, pero no le salían. Daba pena verle. Tanta que Ferguson empezó a dejarle más y más en el banquillo. Pero en este curso ha reaparecido como si en vez de estar a punto de cumplir los 33 años de edad volviera a tener 20. Nadie ha sido más decisivo en la vuelta a la competitividad del Manchester que Giggs.

Nadie, con la posible excepción de Scholes, el jugador más tímido, menos carismático de Inglaterra, y el mejor. Wayne Rooney, con sus 21 años recién cumplidos, sigue siendo la gran esperanza blanca del fúbol inglés. Hasta la fecha no ha ganado nada. Scholes ha ganado seis Ligas, cuatro Copas inglesas y una europea. El bajito pelirrojo es el jugador más completo que se ha visto en Inglaterra desde que debutó en el Manchester, en 1994. Cómodo como nadie en la Premier League con el balón en los pies, excelente en el primer toque, gran pasador, goleador con ambos pies y de cabeza y, además, luchador e inteligente -Ferguson dice que posee "uno de los mejores cerebros futbolísticos que jamás tuvo el club"-, Scholes es el centrocampista ofensivo perfecto.

Si hubiera sido tan guapo como Beckham, si hubiera tenido un poco de esa elegancia nureyevesca de Zidane, hoy sería considerado como uno de los gigantes del fútbol mundial. Pero Scholes nunca buscó la fama. Hombre de familia -abandonó la selección en 2004 por su esposa y sus hijos- y hombre de club -el nuevo seleccionador inglés le rogó el mes pasado que volviera, pero dijo que no-, su ambición se limita a la sencilla idea de dar lo mejor para el equipo de su vida.

El domingo pasado, el Manchester venció al Liverpool, al que se le pronosticaba una gran temporada, pero va fatal, por 2-0. Tenía a Steven Gerrard y Xabi Alonso en contra, pero Scholes dominó el centro del campo como un coloso. Beckham, viendo el partido por televisión siete horas antes del Madrid-Barça -sería suplente-, habrá experimentado dos sensaciones contradictorias al ver jugar a sus viejos amigos. Una, la que sentían ellos cuando le veían a él: envidia, mezclada con una buena dosis de nostalgia. Otra, de esperanza. Nunca el panorama ha pintado tan negro para el inglés del Madrid, pero Scholes y Giggs han estado peor y hoy han vuelto a subir a la cima, como corresponde.

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