_
_
_
_
Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Fútbol por radio

Jordi Soler

Aquellos que no tienen Canal Plus ni manera de conectarse al pago por visión (PPV), como es mi caso, tienen que ingeniárselas para ir siguiendo los partidos del Barça. La opción de ver el juego en un bar tiene su gracia, porque al acto profundamente doméstico de estar sentado frente al televisor se añaden los gritos y el furor colectivo propios de un estadio. La otra opción es ir a casa de un colega que sí esté abonado y, junto con los otros cinco o seis que han pensado exactamente lo mismo, convertirle el salón en un pub inglés.

Hay otras posibilidades, más desesperadas, por las que también hemos pasado los que no tenemos Canal Plus, como aquella de buscar el juego de la Champions en un canal de televisión del país del equipo rival que retransmita por Internet; pero resulta que para salir airoso de esta maniobra, para llevarse ese gato tecnológico al agua, hay que tener ciertos bártulos, una antenita parabólica, una especie de pararrayitos que baje la señal al ordenador (todo muy pequeñito y fabricado en China), y al final, ya cuando está uno, cerveza en mano, preparado para disfrutar del juego, justo antes del silbatazo inicial, la imagen del campo lleno de espectadores vibrantes es sustituida por un rótulo donde se nos avisa que la legislación española vigente prohíbe la transmisión de ese programa a los ordenadores que, por más que tengan su pararrayitos chino, estén enchufados en España. La solución sería irnos a enchufar la máquina a Colliure o a Perpiñán, pero este viaje, más los bartulitos chinos, costaría más caro que las dos o tres cervezas que nos cuesta ver el fútbol en un bar. También existe otra opción que consigno e inmediatamente descarto por fría y cerebral: ir leyendo minuto a minuto, en la página de deportes de Yahoo, lo que pasa en el partido; la experiencia de leer "gol de Messi" no se compara a la de oír "¡goooool de Messi¡" o a la de ver a Messi marcando el gol en la pantalla.

El fútbol por radio es económico y permite dedicarse a cosas mundanas sin dejar de atender las incidencias del partido

A estas alturas de mi crónica triste alguien debe de estarse preguntando: "¿Y no sería más barato y, sobre todo, no exigiría menos sacrificios abonarte?". Desde luego que sí, pero resulta que ver a tu equipo de fútbol por televisión sin que te cobren, como sucede en la mayoría de las democracias del mundo, tendría que ser un derecho inalienable de cualquier ciudadano; además el forofo del Barça, al pagar por ver un partido de su equipo en televisión, queda atrapado en la siguiente paradoja: ¿por qué si mi equipo es más que un club, me cobra como si fuera exclusivamente un club? Por librarme de esta incómoda paradoja no tengo Canal Plus y cada partido hago el esfuerzo de buscar una alternativa, bar, pub (excepto en los juegos contra equipos ingleses), salón de un colega (que mire con ligereza dicha paradoja) o la radio, que sigue siendo un medio generoso al que, cuando menos hasta hoy, no le ha dado por cobrarnos.

Hace unos días me preparaba para el juego del Barça contra el Real Madrid, es decir, me ponía en las orejas los cascos del walkman. Es importante que la radio sea portátil porque una de las maravillas de seguir el fútbol por este medio es que puede uno irse desplazando por toda la casa, se puede ir a la nevera o la alacena por bastimentos, o pinchar una almeja o untar una galleta de foie, sin perderse ninguna de las acciones de los futbolistas, y a veces, en momentos de suma tensión, se puede recorrer de arriba abajo el pasillo controlando una pelota con los pies, con la ilusión de que un buen dribling de pasillo, un heroico regate de salón, se reproduzca también en las piernas de alguno de tu equipo, y de paso se van bajando las almejas y las galletas con foie. O puede uno ocuparse de cosas más mundanas, como colgar un cuadro, sustituir las gomas del grifo o darle una taza de azúcar al vecino sin dejar de atender las incidencias del partido, menesteres que ejecuté yo durante el primer tiempo y ya para el segundo, como me había quedado sin actividades paralelas, me senté frente al televisor y comencé a hacer zapping sin dejar de atender el partido, y así me fui metiendo en la actividad de asociar imágenes, las que iba oyendo con las que aparecían en la pantalla, y logré conseguir cuatro o cinco muy delirantes de las cuales, para no abrumar, escribiré nada más dos: una entrada fuerte de Puyol contra un delantero coincidió con la famosa escena del avión que se estrella contra la segunda Torre Gemela, que pasaba en un documental sobre el 11-S, y un despeje de Valdés quedó sincronizado con el seguimiento de una caca de pájaro, que era parte de la rara trama de un documental de aves, que al final de su trayectoria caía en el hombro de un señor.

Unos días antes del Barça-Real Madrid, al día siguiente del Barça-Chelsea, ya había descubierto que oír el fútbol por radio no solamente es una solución muy aceptable y efectiva, y más que nada económica, sino que encima es mejor que la televisión en este detalle muy concreto: a la mañana siguiente vi en el periódico las fotografías del partido que había oído, y hasta entonces no me di cuenta de que el Barça no había jugado con su uniforme azulgrana, como yo lo había imaginado durante los 90 minutos, sino con ese modelo anaranjado y muy vistoso que sitúa a nuestros jugadores en el reino de las frutas.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_