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XXVII Mostra de València

Valls y Bayarri buscan provocar el "mal rollo" con 'Faltas leves'

La única película española de la sección oficial de la Mostra, la valenciana Faltas leves, desembarcó ayer en el festival con toda su artillería. Sus directores, Manuel Valls y Jaume Bayarri, y cinco de los actores protagonistas (Sergio Caballero, Cuca Escribano, Nuria Gago, Helio Pedregal y Manuel Rivera) reafirmaron la impresión de que nos encontramos ante un proyecto titánico, difícil de levantar en una cinematografía tan precaria como la valenciana. Y más si la intención, como señalaron Valls y Bayarri, es provocar "mal rollo" en el espectador. De hecho, Faltas leves incomoda. Porque su estructura teatral, cerrada como la institución familiar a la que destripa, la convierte en el reverso tenebroso de El sueño de una noche de verano, la obra de Shakespeare que le sirve de referente. Valls y Bayarri nos proponen un juego de engaños y líos amorosos en el que, curiosamente, la comedia no tiene cabida. "Intentamos contar la historia de forma aséptica y fría para que el espectador se diera cuenta de que el principal problema que tienen todos los personajes es la falta de cariño", explica Manuel Valls, quien reconoce su legado teatral a la hora de escribir el guión.

La película valenciana es el reverso tenebroso de 'El sueño de una noche de verano'

Faltas leves es una película de actores. Son ellos los que llevan el peso de un filme en el que sus directores han preferido cederles el protagonismo. La apuesta sale bien, pues el trabajo de esa cantera de intérpretes salida del teatro valenciano se revela como impecable. Y eso hace que esta película coral se erija como un ejemplo a seguir en un cine ausente de riesgos, en el que todo funciona por mimetismo y por el dictado de la financiación televisiva.

La presencia del equipo de Faltas leves en los cines UGC animó el ambiente dominguero del centro comercial en el que se exhiben las películas de la Mostra. "Pero si es la chica de Mis adorables vecinos", le decía una señora a su pareja al ver a Nuria Gago posando para las fotos con el resto del equipo. Por una vez, el glamour de la Mostra se unió con el bullicio de las cervecerías y el griterío del Espai Campanar.

La película valenciana dejó en segundo plano la otra película que debutó ayer en la sección oficial del certamen. Aunque tampoco es que fuera uno de esos filmes que se recuerdan durante años. La albanesa Magic Eye, de Kujtim Çashku, parte de la misma anécdota que Blow up, el ejercicio estilístico realizado por Antonioni a mediados de los setenta: un fotógrafo filma por casualidad un asesinato en plena revolución albanesa. Claro que Çashku no es el maestro italiano. Más bien su cine intenta parecerse al de Theo Angelopoulos, por la obsesión por los planos largos, las secuencias corales y un extraño e inexplicado violoncelista tocando sobre una montaña de escombros. Naturalmente, es un Angelopoulos de segunda división B, pese a que sus propósitos, "denunciar la manipulación que los medios de comunicación llevan a cabo constantemente en Albania", según confesión del director, autor también del guión, sean muy loables.

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