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Columna
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Huesos de san Expedito

Vuelven a las confiterías los dulces tradicionales de otoño, muchos de los cuales tienen canibalescas resonancias: cabello de ángel, brazo de gitano, teta de novicia, yemas de santa Teresa, bartolillos, huesos de santo (en general) y huesos de san Expedito, bollo tan madrileño como el cocido o los callos. Ese bienaventurado, desconocido por la plebe, es castizo desde que lo introdujeron en Madrid los alemanes que venían con el emperador Carlos V. Hay imágenes suyas en la iglesia de San José, en el Oratorio del Caballero de Gracia y en la colegiata de San Isidro. Era un soldado romano del siglo IV martirizado en Armenia por orden de Diocleciano. En la página web del santo, que la tiene, es definido como patrono de los casos urgentes, mediador en los juicios y amparo en los negocios. Es decir, abogado del pelotazo y el ladrillo. Un santo muy actual.

En el Parlamento regional andan acusándose unos a otros de corrupción urbanística y lanzándose ladrillazos a los morros. En todos los sitios cuecen habas, pero en algunos más que en otros. Lo cierto es que el ladrillo se ha convertido en mina de oro para algunos y vía crucis para la gran mayoría de los ciudadanos. Madrid es una de las ciudades del mundo donde más caro es comprar o alquilar un piso. Sin embargo, cada vez hay más casas. Los ordenadores se abaratan diariamente, porque hay muchos, pero con la vivienda ocurre todo lo contrario. Quien compra una casa tiene que pagar un precio injusto escalofriante: abona la casa y paga el pato de los corruptos intermedios, tanto políticos como empresariales. Aquí hay gato encerrado.

Madrid está llena de pisos vacíos. A nadie debe extrañar que los jóvenes se estén poniendo las pilas y que el problema de la vivienda se haya convertido en un hueso de san Expedito duro de roer, una inquietante conmoción social que puede acabar en barricadas. Mientras tanto, se extiende una mafia asilvestrada y montaraz que nace de la albañilería, como los masones. Pero la masonería se basa en la ética; éstos se asientan sobre la inmoralidad.

¡San Expedito, ya que nos has enseñado lo que vale una casa, enséñales a ellos lo que vale un peine! Ni hablar del peluquín.

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