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Reportaje:

"Volveré a México, pero sin maleta"

Un centenar de vecinos recibe en el aeropuerto de Santiago con gritos de "¡vivan los novios!" a la turista española retenida 13 días en Cancún por falso contrabando de explosivos

La "peor luna de miel que uno pueda imaginar" concluyó a mediodía de ayer en el aeropuerto de Santiago de Compostela entre gritos de "¡Vivan los novios!" y "¡Que se besen!". Un centenar de amigos de Ana María Ríos, la gallega de 26 años que permaneció retenida 13 días en Cancún acusada de tenencia de explosivos, viajó desde Arcade (Pontevedra), la localidad donde vive, a Santiago en dos autobuses alquilados para darle la bienvenida. El recibimiento tras su accidentada luna de miel fue entre ramos de flores, pancartas y muchos gritos.

Cuando atravesó la puerta de salida del aeropuerto, entre un tumulto de flashes y micrófonos, la expedición vecinal empezó a corear su nombre y Ana María ya no pudo contener las lágrimas. Saludó con la palma de la mano, dio las gracias, se abrazó a su marido y rompió a llorar.

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Antes, la joven peluquera de Pontevedra retenida en Cancún había explicado con un aplomo estremecedor su mal sueño mexicano. Sentada en una silla, sola ante 10 cámaras de televisión y medio centenar de periodistas, contó cómo transcurrieron los dos primeros días en el calabozo, llorando y gritando, sin comer, pasando frío y sin noticias del exterior. Lo poco que conocía de su situación se lo relataban los presos que se acercaban a la enfermería de la cárcel para decirle que la habían visto en la televisión.

En esas 48 horas en la Procuradoría General de la República, después de que la policía le dijese que estaba detenida y le enseñase unas fotos de balas y un detonador que nunca había visto, dentro de su maleta, Ana María sintió "la impotencia de gritar la verdad sin que nadie escuchase". Paseó desesperada por la estrechez de su celda contando los pasos que tenía -17 de largo y siete de ancho- "con una cama de piedra, sin nada para abrigarse", detalló. "Durante ese tiempo pasas frío, no hay luz. Y hambre ya no tienes".

Hasta que al tercer día su suerte empezó a cambiar. El cónsul honorario de España en la Riviera Maya, Javier Marañón, empezaba a convencer a la policía y al juez mexicanos de que no tenía sentido que una joven peluquera gallega, sin antecedentes penales de ningún tipo, quisiera cargar su maleta, que no llevaba candado, con balas de distinto calibre y un extraño detonador para regresar a España después de su luna de miel. Además, llegaron su madre y un primo a Cancún, y las autoridades mexicanas le permitieron matar las horas en la enfermería de la cárcel acompañada por los suyos. Todos los trámites posteriores los vivió Ana María más preocupada por sus familiares de Pontevedra que por ella misma.

La joven agradeció varias veces la ayuda del Gobierno español y se mostró convencida de que ya sólo volverá a México como turista sin equipaje, pese a que la notificación del juez le obliga a regresar a Cancún en 45 días. "Tengo sospechas de que la semana próxima todo quedará arreglado. Así que la siguiente vez iré de vacaciones. Sin maleta, pero de vacaciones", confesó. Esas sospechas las alimentaron ayer fuentes diplomáticas españolas, que dieron por seguro que el juez sobreseerá el caso en apenas siete días.

En México quedan una maleta, nueve días de incertidumbre y una gran duda: ¿quién colocó los explosivos en su equipaje? Ana María no se atrevió a contestar rotundamente, pero apuntó que podía tratarse de una maniobra de distracción para mantener atareados a los aduaneros: "Me cogieron a mí y por otro lado sacaron sabe Dios qué. Si no, esto no tiene sentido". Tras responder a la última pregunta y bromear en varios ocasiones con los periodistas, Ana María se abrazó a sus padres y a su hermana Pamela, que la esperaba con un gran ramo de rosas amarillas, para disfrutar de sus primeras horas de libertad en España.

Unos metros por detrás de la comitiva, su marido, Marcos Dasilva, no encontraba el momento de volver a la empresa de fontanería en la que trabaja. De México el nuevo matrimonio se trae también una abultada factura: 6.000 euros de abogado, 1.600 de fianza y el recibo de móvil que supera ya los 1.500. "Y además están los gastos de la boda. Vosotros ya sabéis cómo son las bodas en Galicia", señaló. Después de besar a todo el mundo, la joven pareja subió a la limusina blanca que sus amigos habían alquilado y regresó a casa.

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