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Distintas concepciones del desarrollo

Joan Subirats

La extraña campaña electoral en la que estamos inmersos nos brinda confusas ideas sobre el modelo de desarrollo en el que queremos encuadrar a Cataluña. Si hemos de hacer caso a los dos grandes partidos, el nudo gordiano de nuestro desarrollo está en desatascar de una vez la puesta en marcha de infraestructuras que permitan mejorar nuestra capacidad de crecimiento. Para estas fuerzas políticas, el Cuarto Cinturón, la interconexión eléctrica con Francia y un aeropuerto más grande serían garantías de ello. El Partido Popular va más allá y propone que se proyecte ya el quinto cinturón o que se recupere el proyecto de construir nuevas pistas de aterrizaje sobre el mar. En el programa de CiU, los apartados dedicados a "nuestro medio ambiente", "nuestra energía" y "nuestras infraestructuras" son un ejemplo de continuidad con lo que se venía haciendo hasta 2003. Se prevé, con "determinación, coraje y liderazgo", un "plan de choque de infraestructuras". Se recupera la posibilidad de trasvase del Ródano, se recrimina al tripartito la revisión que se hizo del túnel de Bracons y se postula la revisión de la Red Natura 2000 y de la actual configuración de las zonas de protección de aves, "para adecuarlo a la realidad y a las necesidades de crecimiento de los municipios y de la construcción de infraestructuras". Enmarcando todo ello en la llamada "cultura del sí", contrapuesta, suponemos, a la "cultura del no" que representaría el tripartito. El PSC ha insistido en que "no se puede gobernar con partidos que estrangulen el crecimiento económico del país", aunque se diga también que ese crecimiento no tiene por qué ser contradictorio con el medio ambiente. En el programa de Esquerra Republicana, si bien se reconoce que en cuestiones de territorio, desarrollo y medio ambiente no se han conseguido del todo los objetivos previstos en el Pacto del Tinell, se apunta también que no se ha logrado desvincular desarrollo humano de crecimiento económico y oportunidades de negocio. Y de esta manera, algunas de las actuaciones emprendidas han sido vistas como paralizadoras del desarrollo, cuando de hecho marcaban nuevas estrategias de mejora de la calidad de vida y de crecimiento más sostenible. El programa de Iniciativa va en este mismo sentido, aunque por su propia definición como partido ecologista haga de esta visión alternativa del desarrollo del país uno de sus ejes centrales y más significativos en sus propuestas.

Lo que me resulta más sorprendente es que la perspectiva desarrollista desplegada por CiU, el PP y en parte el PSC se presente como una perspectiva europea, avanzada y modernizadora, mientras se trata de arrinconar a los defensores de la sostenibilidad como románticos, ingenuos y enrocados en unos valores que sólo nos conducirán al estancamiento. La lógica que se vende es: "unos quieren hacer avanzar al país, los otros lo quieren parar". El presidente de Fomento lo resumió hace unos días con estas palabras: "Ha llegado el momento de hablar de economía y dejarse de politiqueo". O sea, déjense de historias y ayuden de verdad a los que sabemos cómo funciona el negocio. Pues lo sorprendente es que hay sitios en el mundo en que lo que el señor Rosell considera "economía" no va mal y han dejado de hacer autopistas y trasvases, o se han esforzado de verdad en reducir la emisión de gases y los consumos energéticos en vez de incrementarlos de la manera que sea.

El que fue candidato y vencedor por votos en las elecciones presidenciales norteamericanas en el año 2000, Al Gore, está viajando por todo el mundo presentando su campaña de sensibilización sobre el calentamiento global del planeta. Su filme Una verdad inconveniente ha sido presentado en Cannes y muestra con crudeza los efectos de este fenómeno avalado abrumadoramente por la inmensa mayoría de científicos del mundo. No creo que Al Gore pueda considerarse un iluminado o un peligroso radical que quiera frenar el desarrollo económico mundial. Como recogía el martes un periódico, afirma: "Defiendo la razón frente a la avaricia de unos pocos". El gobernador de California, Arnold Schwarzenegger, firmaba hace unas semanas un histórico acuerdo con los demócratas para aplicar una agresiva política contra las emisiones de CO2. El domingo 1 de octubre, EL PAÍS hablaba del tsunami a cámara lenta que afecta a los hielos de Groenlandia. La ministra Cristina Narbona decía a primeros de octubre que la polución del aire causa 16.000 muertes en España. Y en la noticia se afirmaba que la cuestión es especialmente grave en Cataluña. Se advertía de que las medidas que tomar podrían llegar a la restricción del tráfico rodado, ya que tres cuartas partes de las estaciones de control atmosférico del área de Barcelona superaron los límites permitidos de partículas en el aire. El compromiso de Kioto está muy lejos de cumplirse en Cataluña, pero entre nosotros hay algunos que piensan que lo que necesitamos es más carreteras y más coches.

En cuanto a los residuos, se ha ido avanzando en los últimos tiempos. Estamos lejos de los objetivos que se establecieron, pero la Agencia de Residuos de Cataluña ha empezado a hacer los deberes. Últimamente se han empezado a tomar iniciativas en materia de pilas, neumáticos o fangos de depuradoras que, si bien siguen planteando interrogantes, al menos no siguen la política tradicional de la avestruz: "desarrollémonos, que alguien se ocupara más tarde del resto". La cantidad de residuos que generamos es excesiva desde parámetros europeos: del orden de siete kilos por habitante y día, si sumamos residuos domésticos y de la construcción (conviene recordar que los beneficios privados de la fiebre constructora tienen sus contrapartidas públicas en la gestión de los costes). A estas cifras les hemos de sumar los complicados residuos de las explotaciones ganaderas. Tenemos los principales vertederos del país, Garraf y Coll Cardús, a punto de colmatarse. Y el propio consejero de Medio Ambiente, Francesc Baltasar, se ha comprometido a cerrar el del Garraf a finales de año, lo que no pudieron o no quisieron hacer sus antecesores. En plena resurrección nuclear, por ahí anda Enresa buscando donde colocar el llamado "almacén temporal centralizado" en el que situar los residuos nucleares que ya no caben en la sierra del Cabril. Se buscan municipios que quieran "desarrollarse" y las contrapartidas son jugosas, con enormes cantidades de dinero, puestos de trabajo e inversiones públicas en juego. Y mira por dónde no sobran los candidatos. En fin, esta campaña sigue generándome una inquietud profunda. Oyendo a los principales candidatos, uno no sabe adónde nos quieren llevar.

Joan Subirats es catedrático de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Barcelona.

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