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Columna
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El ente perturbado

Un elemento distintivo del Gobierno de Esperanza Aguirre es su gran capacidad para movilizar, generalmente en su contra, a colectivos y sectores muy diferentes de la ciudadanía madrileña, implicada en diversas y necesarias campañas de salvación que van del lince ibérico de la carretera de los pantanos, al hospital Severo Ochoa, de los bosques autóctonos a los periodistas de la televisión autonómica, que no autónoma. Salvemos Telemadrid es la consigna que emana desde la mermada, humillada y perseguida Redacción de la cadena, de unos profesionales, anónimos desde que decidieron dejar de firmar sus noticias, informaciones y reportajes para no colaborar con la orquestada y sistemática campaña de manipulación, censura y propaganda, desplegada por el Gobierno de doña Esperanza desde los primeros instantes de su satrapía personal de dudosa legitimidad. Desde que Manuel Soriano fuera delegado por la máxima autoridad comunitaria para reprogramar y redecorar la casa de Telemadrid a la augusta y egolátrica manera de su jefa, la cadena de todos los madrileños se ha transformado en un canal de televenta al servicio de tan estricta señora y de los suyos, la facción dominante y enervante del primer partido de la oposición española y quinto de Cataluña, del ala derecha, crispante y discrepante de la realidad, del Partido Popular.

Soriano y sus paracaidistas abordaron, desde el primer momento, con entusiasmo digno de mejor causa, la remodelación, reforestación y recalificación del organigrama de Telemadrid, podando sus brotes más díscolos para injertar nuevos vástagos blindados y de garantizada fidelidad a las consignas emanadas desde la cúpula comunitaria. En la página web de Salvemos Telemadrid, que edita el Consejo Provisional de Redacción de la empresa, figura una detallada y extensa lista de agravios, manipulaciones, censuras y difamaciones, de acosos y presiones de autopropagandas y silenciamientos.

La acumulación de casos y de pruebas, que resulta abrumadora, se produce, tras algunos ensayos previos, con, y a partir de, la emisión del programa "4 días que cambiaron España", efectuada un año después del atentado de Atocha, un informativo transformado en espacio de política-ficción a través de un proceso de manipulación y procesado digno de los desinformadores de "1984" que incluía imágenes casi subliminales del logotipo de ETA, sin venir a cuento, pero sí a cuenta de los bastardos intereses del ala revisionista del PP y de sus aliados mediáticos. El montaje del montaje, la edición del "indocumental", fue un brillante ejercicio al servicio de una oscura conspiración. A partir de ese día, tal vez viendo que el cielo no caía sobre sus cabezas, que no había ni rayo fulminante ni tormenta mediática que se desencadenase sobre su ignominia, los manipuladores continuaron con sus manejos, mientras los redactores se sumían definitivamente en el bochorno. La burda, la torpe, la mal tramada trama de los revisionistas del 11-M hace tiempo que se desbarató como un castillo de sobados y mentirosos naipes, pero los tahúres siguen barajándolos ante los irreductibles restos de una audiencia embobada que ansía tanto como ellos creer en sus mentiras para seguir creyendo en sí mismos y en el partido de sus votos.

La proximidad de la campaña electoral autonómica augura que los métodos habituales de la fiel infantería de Soriano irán en aumento, los misiles de Aguirre y los obuses de sus consejeros y portavoces caerán con mayor estruendo y frecuencia sobre el desolado paisaje informativo, mientras en el interior del búnker del Ente Autonómico se incrementará la lucha, cuerpo a cuerpo, entre la oficialidad y sus insubordinados subordinados, empeñados en una batalla por la libertad, la dignidad y la pluralidad de la información. Entre las bajas más sorprendentes, destaca la reciente dimisión de Germán Yanke, oficial fiel y estrella de las madrugadas informativas de la cadena y de su asistente, Pablo Sebastián, las últimas y recalcitrantes consignas de la dirección quebrantaron, al parecer, los límites de su lealtad inquebrantable a la jerarquía. A los redactores fantasmas, aproximadamente el 90% de la plantilla, que dejaron de firmar sus trabajos, tal vez se les sumen en los próximos días locutores y presentadores enmascarados para no exhibir su sonrojo, ni su incredulidad, ante la oleada de perturbaciones de la realidad que se ciernen en el horizonte electoral del Ente domesticado.

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