Entre el ruido y la furia
Siento no poder darles una noticia, pero les confirmo que el país ha cambiado en los últimos 15 años. Es el tiempo que he tardado en regresar al departamento del Defensor del Lector, sección pionera de la prensa española, que en su día se denominó Ombudsman, y que el próximo mes de noviembre cumplirá 21 años. En su día tomé el relevo de Jesús de la Serna, un periodista que ha enseñado no sólo el oficio sino la forma de ser y estar en la profesión a varias generaciones, y al que todavía tengo el placer de ver en la escuela de periodismo de EL PAÍS. He estado a punto de calificar a Jesús de maestro de periodistas, pero dada la devaluación por abuso del término me limitaré a señalar a los muchos periodistas de varias generaciones que le han conocido que sigue siendo un referente en este diario.
De hecho, una nueva generación, surgida de la escuela de periodismo, lleva hoy las riendas del periódico. Javier Moreno, director desde el pasado mes de mayo -que me ha designado para este cargo que ha estado vacante en los tres últimos meses-, y varios miembros del equipo directivo proceden de la escuela. Una nueva generación que se enfrenta al mismo desafío que las anteriores en un entorno más competitivo tras la explosión de Internet y la generalización de la prensa gratuita: contar y explicar lo que es nuevo y resulta de interés para unos lectores cada vez mejor informados. Con la razón y sin miedo. Y, en lo que respecta a este Defensor del Lector, explicar a los lectores si cumplimos con nuestro Libro de estilo, que es simplemente el código interno que esta Redacción se ha dado a sí misma.
Decía que el país ha cambiado - y EL PAÍS, qué duda cabe-, pero algunos problemas siguen siendo los mismos. El ruido y la furia que sacuden los medios de comunicación como una extensión indeseable de la pugna política no son nuevos. Ni las presiones a las que estamos sometidos los periodistas, responsables de los contenidos de los medios de comunicación para los que trabajamos. La independencia, que aparece impresa como una declaración de principios bajo la cabecera de este diario, no reside sólo en la empresa que lo edita, sino fundamentalmente en los periodistas que en él trabajan y en el empeño que pongan por exigir el respeto de las normas profesionales que defiende el periódico. Es decir, queridos lectores, éste no es sólo un asunto de empresarios, sino sobre todo de periodistas.
Una campaña mezquina
Digo esto porque en el breve tiempo, apenas unos días, en que he vuelto a ocupar el despacho de Defensor del Lector he recibido algunas cartas y llamadas alentadas por una de las campañas más mezquinas que recuerdo. La acusación de que los periodistas que hacemos este diario tenemos algún interés en ocultar o tergiversar algún hecho relevante sobre el más sangriento atentado de la historia de España. La acusación, por siniestra y grotesca que parezca, y no sólo referida a esta Redacción, forma parte de un debate público que pone de manifiesto la necesidad de afrontar con humildad y coraje la situación de la información en España. Con humildad, porque no siempre publicamos noticias importantes, y con el coraje suficiente para explicar, si hiciera falta, que hay campañas capaces de mercadear con la vida y la muerte de nuestros conciudadanos. La información sobre los medios de comunicación -sobre todos los medios de comunicación- suele ser parcial y escasa, teniendo en cuenta el papel determinante que juegan, que jugamos, en la formación de la opinión pública. Una asignatura pendiente que habría que afrontar con los mismos criterios que fija el artículo 3.2 del Estatuto de la Redacción. "EL PAÍS se esfuerza por presentar diariamente una información veraz, lo más completa posible, interesante, actual y de alta calidad, de manera que ayude al lector a entender la realidad y a formarse su propio criterio".
Es evidente que muchas veces no cumplimos el compromiso que tenemos con nuestros lectores; cometemos errores, las erratas nos comen y hay quien nos ve oficialistas y adocenados.
Un lector de Madrid pide una posición más crítica respecto al Gobierno. "En los últimos meses viene apreciándose en su periódico, señaladamente en la sección de Opinión, una disminución de las reflexiones críticas hacia la tarea del Gobierno de Rodríguez Zapatero. Son varias las decisiones políticas y económicas que merecerían un análisis más riguroso. Baste con citar, por ejemplo, la sesgada elaboración de los Presupuestos Generales del Estado bajo la presión del Estatuto catalán; o la falta de interés oficial por reformar la tributación para que dejen de pagar únicamente impuestos los asalariados. En su periódico han abandonado la sana práctica del debate crítico sobre opciones políticas y económicas que interesan a los ciudadanos. Y, por cierto, también deberían prestar más atención a la calidad y expresividad de los títulos. Vea, Defensor, este ejemplo del pasado martes, página 34, en la edición de Madrid: "La comunidad premia a las empresas que fomentan la compatibilidad, pero no aplican programas a sus funcionarios".
Ustedes tienen la palabra.
Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector por carta o correo electrónico (defensor@elpais.es).
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