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Reportaje:MAS O MONTILLA

El catalán que nació en Iznájar

"Soy un catalán de Iznájar". La frase la pronuncia José Montilla en el teatro al aire libre de Iznájar (Córdoba) sobre las diez de la noche del pasado 7 de septiembre. Dejó su pueblo natal con apenas 11 años -nació el 15 de enero de 1955- y ahora ha vuelto para pronunciar el pregón de las fiestas patronales de la Virgen de la Piedad, recibir el agasajo de sus paisanos, descubrir la placa de un paseo con su nombre y visitar una bollería industrial de la localidad. Son los últimos actos que preside en calidad de ministro de Industria, Comercio y Turismo del Gobierno de Zapatero. Mañana, 8 de septiembre, tras pernoctar -es un decir, apenas tres horas de sueño, duerme poco- en el parador de Córdoba, se subirá al AVE de las siete de la mañana rumbo a Madrid para asistir a su último Consejo de Ministros y después a la toma de posesión de su sucesor en el cargo, Joan Clos. El sábado 9 de septiembre, por la mañana, todavía acudirá a su despacho del ministerio para la foto de cesión de la cartera al nuevo titular. Luego se subirá al puente aéreo y de El Prat viajará en coche a la abadía de Montserrat, donde comerá con los monjes, en su primer acto de precampaña a las elecciones catalanas del 1 de noviembre. Adiós, ministro. Hola, candidato socialista a la presidencia de la Generalitat.

Montilla ha sido alcalde de Cornellà durante 19 años, presidente de la Diputación de Barcelona (2003 y 2004), secretario del PSC y ministro de Industria
La aldea en que vivía la familia, El Remolino, quedó bajo las aguas del pantano de Iznájar. El padre de José trabajó en la gran obra hidráulica
"Cuando volví a ver en verano a mis amigos de Puente Genil recuerdo que ya les dije que pensaba quedarme en Cataluña, que lo mío era eso"
Con 16 años, Montilla se pone a trabajar de aprendiz en un taller de artes gráficas y de ahí pasa poco después a una empresa de componentes electrónicos
El discurso en el que Montilla insiste es el de la gestión. Si la generación anterior se caracterizó por la imprevisibilidad genial, hoy impera el modelo de gestor
Cuentan que es un "culo de hierro" en toda regla, capaz de aguantar horas y horas de reuniones sin dar el brazo a torcer
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La política va deprisa, deprisa. Montilla ha sido, además, alcalde de Cornellà, cargo en el que ha permanecido durante 19 años, presidente de la Diputación de Barcelona entre 2003 y 2004 y primer secretario del Partit dels Socialistes de Catalunya desde junio de 2000. Puro vértigo.

"Todo esto no responde a una planificación. En política es muy difícil planificar. Puede que haya personas que lo hayan conseguido, que 20 años antes tuvieran claro qué iban a ser o qué querían hacer, pero ése no es mi caso. Tengo vocación política, desde luego, al servicio de un determinado proyecto, de unas ideas. Pero que eso se haya traducido en ocupar tal cargo o tal otro no ha sido fruto de una planificación, sino del trabajo, la trayectoria y las circunstancias".

Habla bajo, la entonación es monocorde. Todo en él es quietud. O timidez. O cierta inexpresividad en la larga distancia. O cerebralidad. No cabe duda de que es un personaje electoralmente difícil de vender. En el otro plato de la balanza hay que poner que inspira tranquilidad. Pero no todo debe estar tan bajo control como aparenta: las uñas mordisqueadas por un vicio antiguo delatan alguna inquietud.

La entrevista con EL PAÍS tiene lugar de madrugada, en el coche oficial que lleva al todavía ministro de Iznájar a Córdoba, un centenar de kilómetros de buena carretera. La jornada ha sido extenuante: un baño de masas. Tras la lectura del pregón -en el que también ha dicho: "Estoy tan orgulloso de haber nacido en Iznájar como de ser catalán. ¿Quién ha dicho que en el corazón sólo cabe un sentimiento, un amor, una querencia?"-, Montilla se ha acercado a la ermita de la Antigua a saludar a los costaleros que mañana sacarán en procesión a la Virgen de la Piedad y que ahora se disponen a pasar la noche bajo la imagen para asegurarse un puesto en la comitiva.

Iznájar, 5.000 habitantes entre las 19 aldeas que conforman el municipio, es la última población importante al sur de la provincia de Córdoba, tocando ya a las de Málaga y Granada. El núcleo histórico, encaramado sobre un alto, está culminado por la fortaleza musulmana de Hins-Ashar, del siglo VIII. A sus pies se extiende el pantano formado por el río Genil, el mayor embalse de Andalucía con sus 981 hectómetros cúbicos de capacidad, inaugurado por Franco en 1969. Fue este pantano el primer responsable del viaje al norte de los Montilla. La aldea en que vivía la familia, El Remolino, cerca del paseo de José Montilla, inaugurado ahora, quedó bajo las aguas. El padre de José, Antonio, trabajó en la gran obra hidráulica.

"Recuerdo algo de las expropiaciones de tierras, de los trabajos de los topógrafos con sus aparatos de medición calculando el nivel que alcanzaría el agua. No sé cuánto tiempo duró la construcción del pantano, pero fueron bastantes años. Entonces, claro, no había el grado de mecanización actual. También recuerdo la escuela. Los niños y las niñas íbamos separados".

Joaquín Jurado era compañero suyo en esa época. Hicieron juntos la primera comunión. "Era un niño tranquilo, no se peleaba con nadie", retrata. "Pero hace mucho tiempo de eso. El pantano quitó mucha vida, nos quedamos sin huerta", añade el antiguo condiscípulo del candidato, que vive en Iznájar y trabaja en el olivar. Campos anegados, expropiaciones, núcleos urbanos abandonados, destrucción de paisajes antiguos, vidas humildes obligadas al éxodo. Con materiales así otros construyen vibrantes odiseas. No es el caso de José Montilla. Para desesperación de sus futuros biógrafos, no asoma ni rastro de trascendencia épica en su relato vital. La discreción catalana.

"No tengo la percepción de que esos acontecimientos se vivieran con dramatismo en mi familia. Al trabajar mi padre en la obra, teníamos muy asumido que nos iríamos de allí. Lo hicimos tres años antes de la inauguración del pantano, en 1966". Fueron a Puente Genil, donde los abuelos maternos tenían una casa libre a disposición y tierras fértiles junto al río. "Había membrillos, naranjos, perales", rememora, y por momentos parece que aún los huela. En Puente Genil los Montilla permanecen cinco años, tiempo para que José complete el bachillerato elemental. Pronto llega la "necesidad de cambiar de aires" porque las expectativas de progreso son escasas. En Cataluña viven ya varios hermanos de la madre, y el padre tiene la posibilidad de colocarse en el sector de la construcción: el clásico efecto llamada. La familia se va a vivir a Sant Joan Despí, población del cinturón industrial barcelonés. "Me integré muy fácilmente, la verdad. Cuando dos años más tarde volví a ver en verano a mis amigos de Puente Genil recuerdo que ya les dije que pensaba quedarme en Cataluña, que lo mío era eso".

Con 16 años, José Montilla se pone a trabajar de aprendiz en un taller de artes gráficas y de ahí pasa poco después a una empresa de componentes electrónicos que le permite acudir por las noches al instituto de Cornellà, donde completa el entonces llamado bachillerato superior. "Allí me estrené en la política clandestina. Me afilié a un partido de inspiración maoísta, el Partido del Trabajo de España, con apenas 17 años. Luego, a principios de 1975, pasé al Partit Socialista Unificat de Catalunya. Muy poco después me tocó irme a la mili, en Valencia". De vuelta, Montilla sigue con los eurocomunistas, pero en el transcurso del congreso celebrado en 1977 llega a la conclusión de que no encaja en esa formación. En 1978 asiste al congreso de unificación de las varias ramas socialistas de las que nace el Partit dels Socialistes de Catalunya y al año siguiente se presenta por primera vez a unas elecciones, tras la cuales, con 24 años, es nombrado teniente de alcalde de Economía y Hacienda de Sant Joan Despí.

"Fueron años apasionantes. La democracia llevaba consigo la obligación de casar la teoría con la práctica. Recuerdo con especial cariño los primeros años en el Ayuntamiento de Sant Joan Despí, donde todos éramos nuevos. Eran unos ayuntamientos que sobrevivían en un estado de abandono lamentable, porque hay que recordar que si la democracia llegó al país en 1977, en los consistorios no entró hasta dos años después. Durante ese tiempo estuvieron gestionados, si así puede decirse, por gente que sabía que en democracia difícilmente tendría un papel. Fue un trabajo muy duro, con escasísimos recursos, con nula experiencia y con grandes expectativas y demandas sociales. Precisamente por eso fue una etapa muy bonita".

Lo que sigue es conocido. En 1983 accede a ser alcalde de Cornellà, cargo que revalida en cinco consultas electorales y en el que permanece durante 19 años. La transformación de la ciudad en este tiempo ha sido espectacular, gracias al entendimiento por él propiciado entre el sector público y el privado. El edificio de El Corte Inglés, el futuro campo del Espanyol, el Museo de las Aguas o la colaboración con el Liceo en espectáculos escolares son signos de este progreso.

José Montilla tiene cinco hijos: dos, que hoy cuentan respectivamente 22 y 20 años, de su primera pareja y trillizos -de seis años- de la segunda. "Les he visto poco en la etapa como ministro, los finales de semana. Y la dedicación a la política catalana no es menos absorbente".

Hay una foto de juventud de José Montilla en la que está montando una tienda de campaña, con una furgoneta detrás con el escudo de "haz el amor y no la guerra". Largas melenas, barba descuidada: la viva imagen del hippy. "¿Hippy? No. Digamos más bien un chico de la época. Me gustaban y me gustan los Beatles, Moustaki, Simon & Garfunkel. Y sí, también Bob Dylan y Joan Baez, por supuesto. Y la cançó: Llach, Serrat, Raimon, Pi de la Serra. Paco Ibáñez, claro. Muchas lecturas también, mucha novela, especialmente novela negra, soy buen aficionado al género. Y después los textos obligados: Marx, Engels, Feuerbach, y los autores que los interpretaban en clave moderna en la década de los setenta, como Louis Althusser o Nikos Poulantzas".

Todo canónico. Acaso demasiado. Por eso, para animar el discurso, el equipo de campaña de Montilla ha fichado a Gerard Florejachs, guionista que ha colaborado con el equipo de Andreu Buenafuente. Al candidato no le gusta hablar del asunto. "Es que él no se dedica a la política. Es uno más del equipo, simplemente. Los políticos corremos el riesgo de acabar haciendo discursos y utilizando un lenguaje de políticos para políticos, cosa poco comprensible para los ciudadanos".

El discurso en el que Montilla insiste una y otra vez es el de la gestión. Es el signo de los tiempos. Si la generación anterior -Pujol, Maragall, Felipe González- se caracterizó por la imprevisibilidad genial y por un control del aparato a distancia, hoy impera el modelo de gestor, salido de la maquinaria y que conoce todos sus resortes. "Creo que hay que buscar un equilibrio entre los dos polos políticos, que finalmente podemos equiparar a sentimiento y razón", resume Montilla. "En Cataluña durante mucho tiempo hemos estado hablando de las esencias y nos hemos olvidado de las personas. Pero eso no quiere decir que ahora debamos construir un discurso sólo sobre la gestión. Tiene que haberla, por supuesto, porque al final la gente no quiere que le prometas el paraíso, sino que le soluciones los problemas. Pero de alguien que aspira a presidir Cataluña cabe esperar un relato completo, que apele no sólo a la razón, sino también a los sentimientos".

Esto último, a todas luces, le cuesta. Sus colaboradores más cercanos aseguran que la aparente frialdad inicial, a poco que le conoces, se transforma en capacidad de escuchar. Dicen que tiene una auténtica vocación de "confesor", que inspira confianza y la gente le cuenta sus cosas. También cuentan que es un "culo de hierro" en toda regla, capaz de aguantar horas y horas de reuniones sin dar el brazo a torcer. Faltan tres semanas para saber si este catalán que nació en Iznájar es o no el séptimo presidente de la Generalitat de Cataluña.

José Montilla, con tres años de edad, en El Remolino (Córdoba).
José Montilla, con tres años de edad, en El Remolino (Córdoba).
De cámping en Italia, a los 19 años.
De cámping en Italia, a los 19 años.
José Montilla.
José Montilla.

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