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Tribuna:UN FENÓMENO ESTRUCTURAL
Tribuna
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Apuntes sobre inmigración

Según los últimos datos del INE ya somos casi 45 millones de personas las que habitamos en España. El incremento de la población como consecuencia de la inmigración constituye en estos momentos un foco de atención prioritario para la opinión pública. Es un fenómeno que no es exclusivo de España, pues podemos verlo en otras zonas del sur de Europa, en la frontera de Estados Unidos con México, y también, aunque menos conocido, en las fronteras de varios países africanos, donde alcanza magnitudes enormes. Más allá de las controversias y oportunismos que genera este debate, conviene no perder de vista lo que a mi juicio es más relevante: la sociedad española por primera vez en su historia está enfrentando una nueva realidad desconocida hasta ahora.

España se dirige hacia un futuro que se caracterizará por el mestizaje

Me gustaría ofrecer algunas ideas que, a mi juicio, describen la realidad de la inmigración en nuestro país. La inmigración ya es un fenómeno estructural y no coyuntural. La sociedad española está acogiendo en su seno a millones de personas que vienen de otros países en un proceso que en otros lugares ha durado décadas, pero que aquí se está produciendo en muy pocos años. Es estructural, pues aunque en estos momentos nuestras preocupaciones pasan por el control de fronteras, la integración social y laboral de los inmigrantes y el encauzamiento de este flujo migratorio hacia parámetros razonables, sin embargo, dentro de algún tiempo, cuando acabe esta fase inicial en la que nos encontramos, la sociedad tendrá que hacer frente a problemas futuros, difíciles de explicitar en estos momentos, y que exigirán nuevos esfuerzos colectivos y medidas de todo tipo.

Dentro de algunos años hablaremos de segundas y terceras generaciones de inmigrantes y, visto lo acontecido en Francia o Reino Unido en los últimos meses, tenemos que actuar hoy pensando ya en ese futuro no tan lejano.

Por tanto, nadie puede negar que España se dirige hacia un futuro que se caracterizará por el mestizaje, y en el que tendremos que aprender a convivir con nuevas realidades sociales, lo que exigirá un esfuerzo común de todos los ciudadanos que vivimos en nuestro país, independientemente de nuestra procedencia.

Ahora bien, en estos primeros años tenemos que hacer un esfuerzo dirigido básicamente a encauzar los flujos migratorios hacia procesos ordenados. La realidad económica y social exige que la inmigración esté vinculada a las posibilidades que ofrece nuestro mercado laboral. Por tanto, en línea con la actuación del Gobierno tenemos que incidir en firmar convenios con otros países que garanticen la llegada de inmigrantes vinculados a ofertas laborales. En otras palabras: el futuro de la inmigración no puede ser otro más que el de la inmigración ordenada y legal, de tal forma que la inmigración ilegal no puede tener otro destino que no sea el de la repatriación, con el absoluto respeto a los derechos de estas personas.

También tenemos que seguir esforzándonos en involucrar a la Unión Europea. El presidente Zapatero ha conseguido que la inmigración forme parte de la agenda política de la Comisión y del Consejo de Ministros. La propia Comisión Europea ha reconocido que hasta ahora no disponía de los medios adecuados para hacer frente a esta nueva realidad, por lo que tenemos que lograr entre todos que la inmigración se convierta en "Política Común Europea", con todo lo que comporta esa declaración. La inmigración es un fenómeno global y como tal debe ser abordado. Ningún país puede enfrentarse solo a esta cuestión. No podemos desconocer que para muchos africanos encontrarse en la ilegalidad o la marginalidad en París o Madrid es un millón de veces más seguro que serlo en un arrabal de Nairobi, y que hemos de adoptar estrategias para prever este tipo de inmigración desesperada, y no estrictamente vinculada al mercado de trabajo.

Por otro lado, la inmigración está teniendo un impacto positivo sobre nuestra economía. Hace años los estudiantes de macroeconomía aprendían que el crecimiento económico español estaba amenazado por la baja tasa de natalidad. Hoy la inmigración ha permitido resolver en buena medida esta circunstancia, y ningún gabinete de estudios puede ignorar que la inmigración constituye una de las principales causas de nuestro crecimiento. Es cierto que hay mayor demanda de servicios públicos, pero también es verdad que hay más personas que cotizan a la Seguridad Social (el 10% de los cotizantes son extranjeros) y pagan impuestos.

Los Gobiernos del PP se caracterizaban por su "mano dura" contra la inmigración en el discurso ante la opinión pública, pero en la práctica dejaron que miles de personas trabajaran de manera irregular en la economía sumergida, sin deberes, pero también sin derechos. Antes en el Gobierno y ahora en la oposición, los populares se han deslizado con frecuencia por el peligroso sendero de equiparar la inmigración con la delincuencia en nuestro país. La regularización del Gobierno socialista fue una medida inexcusable y acertada que ha permitido aflorar de la economía sumergida a muchos trabajadores que ahora tienen derechos y deberes laborales, como los trabajadores nacidos en nuestro país. La doble moral del PP alcanza en esta materia cuotas insuperables.

El Estado en su conjunto (Gobierno central, comunidades autónomas y ayuntamientos) debe poner en marcha respuestas integrales, que no sólo tienen que ver con el control de fronteras y la gestión en términos de mercado laboral. Debe hacerse un esfuerzo por acomodar los servicios públicos a esta nueva realidad. Lo cierto es que en España hay cinco millones de personas más que hace seis o siete años, y dicho incremento de población se concentra en zonas muy concretas de la geografía española. Por tanto, todas las Administraciones deben mejorar la oferta de los servicios sociales, educativos, sanitarios y de infraestructuras públicas en general, con el objeto de satisfacer las necesidades de la población, mantener la calidad de los servicios y evitar el fenómeno de la dualización que conduciría a la fractura social en muchos barrios y ciudades. El deterioro de los servicios sociales se convierte en un nutriente eficaz para la gestación de fenómenos de xenofobia y de rechazo, teniendo en cuenta que muchos inmigrantes conviven con los sectores económicamente más modestos de la sociedad de acogida.

En conclusión, tenemos que responder a estos nuevos retos con una actitud de firmeza por un lado, exigiendo a los inmigrantes en nuestro país el cumplimiento de nuestras normas, el respeto a la Constitución y a los derechos humanos y, por otro, mantener una actitud positiva hacia esta nueva realidad social, cultural o religiosa. No seremos pioneros; este fenómeno ya lo han vivido países como Francia o Alemania. Es necesario afrontar este fenómeno con responsabilidad, y exigir a todos los colectivos y agentes económicos y sociales un esfuerzo en la misma dirección. No hay soluciones milagrosas, ni tampoco servirán sólo las experiencias de otros países. De ahí que sea tan necesario el pacto de Estado que hemos ofertado al PP y que queremos extender al resto de la sociedad. Este fenómeno es nuevo en nuestro país y desde nuestra sociedad, con el concurso de todos los que la integramos, deben surgir las respuestas a los interrogantes planteados.

Alfonso Perales Pizarro es secretario de Relaciones Institucionales y Política Autonómica del PSOE.

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