Una literatura surgida de los escombros
A PARTIR de febrero de 1942, las fuerzas aliadas para derrocar al régimen de Hitler pusieron en marcha un plan de bombardeo ilimitado. Durante los tres años de su ejecución, sólo la Royal Air Force arrojó un millón de toneladas de bombas que devastaron prácticamente todas las ciudades alemanas y acabaron con la vida de más de medio millón de personas, en su mayoría mujeres, niños y ancianos. W. G. Sebald fue uno de los primeros intelectuales que indagó, en Sobre la historia natural de la destrucción, por qué esta aniquilación sin precedentes en la historia no entró nunca en los debates sobre la constitución interna de Alemania, dejando nada más que un vago "rastro de dolor" en la conciencia colectiva.
Sebald señala en su ensayo (que en 1999 provocó no poca consternación) que los alemanes nacidos después de 1940 no tuvieron apenas ocasión de informarse sobre esta catástrofe que los supervivientes trataron de olvidar para seguir adelante: supieron del horror de la guerra aérea a través de los corresponsales extranjeros, escritores exiliados y observadores neutrales, como el suizo Max Frisch. La gran mayoría de los escritores alemanes, sin embargo -los más indicados para reflejar los horrores de la guerra aérea y sus tremendas secuelas-, guardó silencio sobre el gran desastre o lo menciona sólo al margen: "Las obras de los escritores alemanes de después de la guerra están marcadas a menudo por una conciencia a medias o equivocada, fruto de la necesidad de consolidar una posición sumamente precaria de quienes escribían en una sociedad desacreditada moralmente casi por completo". La llamada "literatura de los escombros", renombrada, gracias a su representante más célebre, Heinrich Böll, por su insobornable realismo, resultó ser, según Sebald, "un instrumento ya afinado con la amnesia individual y colectiva".
Escasas excepciones literarias confirman esta triste verdad; además de la presente novela, conviene recordar la punzante instantánea de la descontrolada retirada de la Wehrmacht, contada en Leviatán (Minotauro, 2001), del abrasivo Arno Schmidt, y La ruina, el breve informe del testigo ocular y novelista Hans Erich Nossak, recogido poco después de la devastación de Hamburgo en 1943.
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