El Zaragoza rectifica a tiempo frente al Levante

Tanto le costó desperezarse al Zaragoza que a punto estuvo el Levante de arrebatarle el partido. Empeñado en rehusar el juego por las bandas, en emborracharse por el centro, el conjunto aragonés perdió toda una mitad. Y cuando Víctor Fernández dio libertad a Aimar, varió el dibujo táctico al situar una línea de tres zagueros, pero fue tarde, no demasiado porque logró empatar, contrarrestar el orden que impone López Caro y el marcaje de Camacho sobre Aimar.

Visto lo visto, no cuesta imaginarse a Camacho durante la semana lanzando dardos a una foto de Aimar, o, mientras se lavaba los dientes en el baño, emulando a un perro rabioso con un recorte de periódico del argentino en el espejo. Muchos lo tildarían de aburrido. Otros, de antifútbol. Pero todos admitirían que su faena de anular a Aimar fue perfecta. Camacho se mudó de lapa infranqueable, de mosca cojonera, de pegamento extra fuerte. Y resultó fantásticamente porque a Aimar le debió de coger tortícolis en la primera parte; siempre jugó de espaldas a la portería.

El trabajo del medio centro, además, tuvo su recompensa. En lo que debió de ser un robo de inspiración al propio Aimar, Camacho empalmó desde el borde del área un rechace de la defensa blanquilla al fondo de la red. Luego, hundido el Zaragoza, Kapo empujó un balón a la red tras magnífica jugada de Ettien.

Del Zaragoza poco se supo en la primera parte, más que fue un auténtico caos. Se empecinó D'Alessandro en buscar las diagonales por el centro en vez de profundizar por las bandas. Reculó Ponzio en su posición de interior derecho para acabar de medio centro de auxilio o de lateral de refuerzo. Se atragantaron Sergio y Piqué con las rápidas piernas de Luyindula, que caía a los costados repetidamente para desbloquear el centro y dar entrada a Kapo y Riga. Y se atascó Aimar con Camacho como adhesivo. Mérito del planteamiento conservador de López Caro, que desarboló el juego ofensivo aragonés al poner cinco medios. Eso y que el Levante es un equipo muy trabajado: siempre coberturas defensivas para hacer un dos contra uno, siempre movimientos junto con el desplazamiento de la pelota, y siempre bien marcada la línea del fuera de juego.

Pero Víctor Fernández, en la segunda mitad, se arriesgó al poner una línea defensiva de tres. Con Celades sobre el césped, con igualdad de hombres en la medular, con libertad de marcaje Aimar, todo cambió. El partido se convirtió en un auténtico correcaminos, donde cada equipo contó con innumerables ocasiones. Pero en el guirigay, en el caos, el Zaragoza es el rey. Así, Celades aprovechó un rechace de la defensa levantina para reducir distancias y Diego Milito, a jugada de Sergio García, empujó una pelota al fondo de las mallas. Le faltaron minutos al Zaragoza para arreglar el desaguisado de la primera mitad, para contrarrestar el trabajo de Camacho y orden de López Caro.