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Reportaje:ARQUITECTURA

Política y arquitectura en Brasil

Entre las múltiples representaciones de Brasil, predominan las imágenes extremas: una idílica y otra satánica. A lo largo del siglo XX, el país se identificó con la exuberancia de su naturaleza, el carácter afable y risueño de la población mestiza y la creatividad de sus manifestaciones artísticas. Carmen Miranda, Walt Disney y Tom Jobim difundieron urbe et orbi la alegría de la samba, del carnaval y la integración de Zé Carioca en el contexto americano. Pero coexiste la dura realidad de la dilatada pobreza -abarca 43 millones de habitantes-, descubierta en los años cuarenta por Orson Welles en la inconclusa película It's All True; y hoy reiterada en Central do Brasil, de Walter Salles, y Cidade de Deus, de Fernando Meirelles. De allí que a pesar de la avalancha de denuncias de corrupción sobre los políticos del Partido de los Trabajadores, el presidente Lula sigue firme en la carrera electoral y en su casi segura reelección. Ello se justifica en el apoyo de la población de escasos recursos -y de los intelectuales, entre los que se cuentan los dos arquitectos ganadores del Premio Pritzker, Óscar Niemeyer y Paulo Mendes da Rocha-, identificados con la figura de un mandatario de extracción obrera. Existe una clara conciencia de que el regreso de un gobernante "burgués" sería un retroceso en las múltiples iniciativas del gobierno popular -en contraste con la proliferación de torres con mansardas y shoppings neoclásicos promovidos por las élites-, que ayudaron a millones de habitantes a salir de la angustiante miseria, aún visible en el noreste del país.

Existe una clara conciencia de que el regreso de un gobernante "burgués" sería un retroceso en las múltiples iniciativas del gobierno popular

Sin embargo, a lo largo del si

glo XX resultó ambigua la relación entre política y arquitectura. En los años treinta, Getúlio Vargas, sin una convicción estética definida sobre la arquitectura, tuvo conciencia de la importancia de los monumentos estatales como iconos perdurables, y apoyó la construcción del Ministerio de Educación y Salud realizado por Lucio Costa y su equipo con el asesoramiento de Le Corbusier. En los años cincuenta, Juscelino Kubitschek asumió a Óscar Niemeyer como arquitecto "real", y logró la proeza de la fundación de Brasilia -diseñada por Lucio Costa-, y de su funcionamiento en su breve mandato, interviniendo en la definición de los proyectos. A partir de entonces se cerró el vínculo entre el poder presidencial y la arquitectura, tendencia contraria al resto del mundo como demostró Deyan Sudjic. Tanto en las dos décadas de dictadura militar como en los posteriores gobiernos democráticos de Fernando Collor, José Sarney, Fernando Henrique Cardoso y Lula, reinó el silencio sobre la disciplina.

El desarrollo arquitectónico y urbanístico estuvo más ligado a iniciativas regionales, estaduales y municipales, cuyas obras públicas fueron asumidas por arquitectos de prestigio. Fenómeno que se intensificó en las décadas recientes, en una competencia, no sólo entre ciudades, sino también entre políticos de tendencias disímiles. Los representantes de los partidos de izquierda, centro y derecha no se interesaron en la posición ideológica de los profesionales, sino en su visibilidad y prestigio como proyectistas. Óscar Niemeyer representa un caso único en América Latina -y quizás en el mundo- al construir decenas de edificios públicos en todo Brasil, invitado por los políticos de turno, ansiosos de poseer en su ciudad un monumento del Maestro. La primera fue Belo Horizonte con Pampulha (1942), seguida por São Paulo -Ibirapuera (1951) y el reciente auditorio (2005)-; y finalmente Brasilia (1960), depositaria del mayor número de ejemplos: acaba de finalizar la Biblioteca Nacional y el Museo de Brasilia. A su vez, Jaime Lerner, gobernador del Estado de Paraná, promovió en Curitiba la realización del Museo de Arte (2002); y el alcalde de Niterói en Río de Janeiro, Roberto Silveira -perteneciente al mismo partido del gobernador Leonel Brizola, quien en los años ochenta le encargó el Sambódromo y 500 escuelas primarias en áreas de población pobre del Estado-; al finalizar el MAC (1996), imaginó el Camino Niemeyer, con una decena de irregulares edificios situados a lo largo de la costa sobre la bahía de Guanabara. La obsesión por albergar obras de Óscar (en noviembre cumple 99 años), culminó con el Centro Cultural Óscar Niemeyer en Goiás (2006), y el desafortunado proyecto para el nuevo centro administrativo de Belo Horizonte, promovido por Aécio Neves, gobernador de Minas Gerais.

Una dimensión urbanística integral fue desarrollada por Jaime Lerner en Curitiba, quien logró transformar esta ciudad de media escala en un paradigma del diseño urbano brasileño, con un riguroso control de su crecimiento, las infraestructuras y las áreas verdes, concretados a lo largo de tres décadas de gobierno. Continuidad de varias gestiones administrativas que no fue lograda en Río de Janeiro, por los antagonismos políticos entre el ex alcalde Luiz Paulo Conde (1996-2000) y el actual, César Maia. Las brillantes iniciativas de Favela-Bairro y Rio-Cidade, ejecutadas entre los años 1992 y 2000, se paralizaron ese año, al privilegiar Maia la presencia de arquitectos extranjeros sobre los locales: mientras fracasó el proyecto de Jean Nouvel para el Museo Guggenheim, se construye la Ciudad de la Música de Christian de Portzamparc. Asimismo, resultan lamentables los diseños de las obras de los Juegos Panamericanos de 2007. Más original e innovadora sería para el hedonismo carioca la Ciudad del Sexo propuesta por el estudiante Igor Vetyemy. Irracionales contradicciones políticas que se revierten negativamente sobre la calidad de vida de la población y que marginan los problemas reales de la ciudad.

Aunque estas tensiones no re-

sultan ajenas a la ciudad de São Paulo -el alcalde José Serra quiso demoler la cubierta de la plaza del Patriarca diseñada por Paulo Mendes da Rocha y ejecutada por la alcaldesa Marta Suplicy-, y a pesar de los diferentes partidos que gobernaron la ciudad y el Estado, fueron realizadas significativas obras públicas. A escala regional, en la zona industrial denominada ABC Paulista, en los municipios de Santo André, São Bernardo, São Caetano y otros, bajo la tutela del Partido de los Trabajadores, se construyeron centros escolares, deportivos y museos, proyectados por destacados profesionales: Paulo Mendes da Rocha, Ciro Pirondi, Mario Biselli, Brasil Arquitectura, Décio Tozzi y Rafael Perrone. Con posiciones políticas de signo opuesto, el gobernador Mario Covas y la alcaldesa Marta Suplicy articularon sucesivamente la organización de las infraestructuras de transportes, el reciclaje de edificios históricos y la revitalización del centro urbano. Entre ellas citemos la Pinacoteca de Estado (Premio Mies van der Rohe de América Latina, 2000); el núcleo administrativo Poupatempo, y la terminal de ómnibus urbanos Don Pedro II, todos de Paulo Mendes da Rocha; la estación de FF CC convertida en sala de conciertos, de Nelson Dupré; el Mercado Municipal, de Pedro Paulo de Melo Saraiva; las paradas de ómnibus, de Barbosa y Corbucci; las intervenciones en las favelas de Heliópolis y Paraisópolis, de Ruy Ohtake y Héctor Vigliecca. Afortunadamente, en el confuso y contradictorio panorama político brasileño, la arquitectura y el urbanismo logran mantener una vida propia y mejorar la ingrata cotidianidad de la población.

Torres y 'favelas', en São Paulo.
Torres y 'favelas', en São Paulo.ARMIN LINKE

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