Maxi despierta al Calderón
Dos goles del argentino a poco del final le sirven al Atlético para remontar a un Sevilla con dos menos
Hay veces, muchas en los últimos cinco años, que sobre el césped del Calderón se posa una neblina hipnótica que impone su manto adormecedor a los futbolistas y a los espectadores. Una especie de telón no del todo transparente que ralentiza el espectáculo y adormece. Ayer, todo era largo, pesado, grávido. Aburrido. Hasta que el Atlético encendió las luces de emergencia de la ambulancia, se decidió a saltarse los semáforos, y marcó dos goles, los dos de Maxi, en los últimos cinco minutos, haciendo de manera repentina que las 50.000 personas que estaban el la grada se despertaran del trance. Unos aficionados que agradecidos del inesperado final de la larga sesión acabaron coreando olés.
ATLÉTICO 2 - SEVILLA 1
Atlético: Leo Franco; Seitaridis (Galleti, m. 64), Pablo (Mista, m. 76), Perea, Antonio López; Maxi, Costinha (Maniche, m. 46), Luccin, Petrov; Agüero y Torres. No utilizados: Falcón; Pernía, Gabi y Zé Castro.
Sevilla: Palop; Alves, Javi Navarro, Escudé, Puerta; Poulsen (Dragutinovic, m. 55), Martí; Renato, Adriano (Aitor Ocio, m. 68); y Kanouté (Maresca, m. 74). Cobeño; Hinkel, Duda y Martí.
Goles: 0-1. M. 40. Renato. 1-1. M. 85. Maxi. 2-1. M. 87. Gran jugada de Torres que hace el pase de la muerte para que marque a puerta vacía Maxi.
Árbitro: González Vázquez. Amonestó a Maniche, Perea, Torres, Antonio López, Maxi, Franco, Poulsen, Puerta y Alves. Expulsó por doble amarilla a Escudé (m. 46) y Javi Navarro (m. 64).
Unos 50.000 espectadores en el Calderón.
La pareja atacante que formaron Agüero y Torres no conectó una sola vez
Los primeros 85 minutos del partido fueron densos. Pero no se trataba de una de esas ocasiones en la que dos equipos muy intensos consumen ingredientes de entrenador y los convierten en una pócima espesa con burbujitas. No es que el marcaje entre cuatro pesos pesados del medio defensivo como Martí, Poulsen, Costinha y Luccin convirtiesen en campo minado el tránsito entre porterías. No hubo dureza, aunque Escudé acabase en su vestuario cuando aún quedaba una mitad completa y Javi Navarro le siguiese poco después. Ni trincheras ni palabrería bélica. Sólo una nana interminable, un rosario de irrelevancias del que saltaron las cuentas gracias a un zambombazo de Maxi a poco de sonar la campana.
Y si congelar el tiempo fuera delito, el principal acusado sería el Atlético. La pareja atacante que formaron los jovencísimos y talentosos Agüero y Torres, no conectó apenas ni una sola vez. Torres se descolgó hacia la línea de medios para ver si con un poco de suerte tocaba la pelota de vez en cuando. Eso también es frecuente en el Manzanares. Y muy mal síntoma. Significa que el balón nunca llega arriba. Que no circula, que se pierde en el limbo de una banda, derecha, izquierda, qué más da, en propio campo.
Petrov y Maxi, autores cada uno de un disparo en el primer periodo -los únicos de su equipo- no pudieron combinar con nadie, excepto con sus respectivos laterales: un callejón sin salida. Maxi también hizo uno de los pocos lanzamientos con peligro de la segunda parte, un tiro duro desde la frontal que detuvo Palop. Y el gol del empate. Y el de la victoria. Todos. La productividad del argentino en el Atlético daría para rellenar libros completos de estadística. No hace ruido, pero su producción en el juego ofensivo es abrumadora.
El Sevilla, que tampoco podía atribuirse muchos méritos, aguardaba con la conciencia tranquila de quien sabe que la responsabilidad de entretener a aquellos 50.000 tipos que coleccionaban sus bostezos en la grada no era cosa suya. Bien instalado en el tedio, el conjunto andaluz se amoldó al encuentro sin levantar la voz más que en ocasiones muy puntuales. En una de ellas llegó su primer gol. Un amago de pared por el centro que acabó, previo rebote, en los pies de Renato dos metros dentro del área. La primera mitad concluyó con ese tanto. Un gol tan cansino, tan a cámara lenta, como el resto del espectáculo.
El segundo tiempo, los cambios en marcador, el paso de los minutos, aceleró el tempo del choque. El Sevilla reforzó su apuesta contemplativa y el Atlético, otra vez más, puso la sirena de urgencia y se lanzó a la carrera. Eso significó que el centro del campo siguió sin masticar apenas el balón, aunque Maniche mejorase un poco las escasísimas prestaciones de su compatriota Costinha, pero al menos era capaz de escupirlo hacia delante. Un dominio facilitado, desde luego, por los 15 metros que el conjunto andaluz cedió en su repliegue. Una concesión que tuvo su reflejo con el cambio de Kanouté por Maresca cuando aún faltaba un cuarto de hora. Previamente, Javier Aguirre, al técnico rojiblanco, también había dejado clara su apuesta al relevar a Seitaridis por Galleti y, sobre todo, de Mista por Pablo. Pero todos esos movimientos y su reflejo en el terreno de juego tuvieron mucho más que ver con el papel que cada equipo se autoasignó que con las maniobras reales que se desarrollaban en el césped. El Atlético se lo acabó creyendo. Y los espectadores, aunque se tuviesen que frotar los ojos, también.
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