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Columna
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Y volver, volver

En estas latitudes que habitamos, el septiembre que se nos acaba se identificó tradicionalmente con las uvas maduras y la vuelta al colegio; esa vuelta o regreso a las tareas escolares que nuestros vecinos galos denominaron siempre rentrée sin más, y los vecinos de nuestros vecinos tradujeron como inicio del curso escolar o schuljahresbeginn, que es más largo y preciso. La vuelta en castellano tiene demasiadas significaciones que van desde el movimiento circular alrededor de un punto determinado, hasta la acepción equivalente a salir de paseo. Vuelta, para quienes disfrutan leyendo poesía, denominaban los viejos maestros al verso o versos de una estrofa en los que aparecía la rima del estribillo y que servían para introducir de nuevo ese mismo estribillo. Esta última acepción de vuelta resulta hoy en día un tanto complicada para los posmodernos adolescentes de la ESO, tan avanzados por otro lado en el ámbito de los juegos cibernéticos. Indicar esto tampoco tiene demasiada importancia, cuando el último informe de la OCDE sobre educación nos ha vuelto a recordar que aquí estamos entre los primeros, empezando por atrás.

Pero, a falta de una reflexión amplia y seria sobre nuestro sistema educativo y sus cambios o pseudoreformas, volvemos un septiembre y el siguiente a los mismos lugares comunes: vuelven los administradores públicos a explicarnos que el curso se inició con normalidad en el 95 y pico por ciento de los centros públicos con algunos problemas puntuales; y vuelven los aparatos o portavoces de las organizaciones sindicales a exponer en voz alta su malestar ante el hecho de que varios miles de alumnos tienen su escuela en instalaciones provisionales, conocidas popularmente como barracones. Y todos vuelven a tener su parte alícuota de razón, y todos silencian la parte alícuota de razón o reflejo en la realidad, que pueda tener el contrario.

Vuelve otro septiembre con informes de lejanos institutos de innovación educativa que aseguran, a partir de Dios sabe qué estadísticas, que el 25% de la sangre joven sufre acoso y violencia escolar. Vuelven a saltar los portavoces sindicales indicando que se está fomentando el alarmismo social a partir de casos puntuales, y vuelven a olvidarse de que los casos puntuales son demasiados como demasiada es la falta de un clima adecuado para el trabajo y el estudio en nuestros centros docentes. Y esos casos puntuales, aunque no generalizados, originan una atmósfera generalizada de desconcierto, al menos en la escuela donde no se paga, y a la que acuden mayoritariamente los hijos de los emigrantes, cuyos padres llegaron a este país porque en el suyo nadaban en la abundancia. Y que los pobres acudan a la escuela pública, honra a la escuela pública; y recordar que se ha de volver a un clima de convivencia, disciplina, libertad, respeto y trabajo en esa misma escuela pública es algo obvio que se presenta ante los ojos de cualquiera que quiera observar con atención. Claro que aquí el pseudoprogresismo de la Logse no se toca, y la muchachada pasará media jornada lectiva deambulando, con idas y vueltas a optativas, desdobles y refuerzos, grupos flexibles de empollones y perezosos, aventajados y desaventajados, interesados y desinteresados. Porque aquí se confundió la necesaria escolarización hasta los 16 años con estabular a los alumnos hasta esa misma edad. Y nadie pidió disculpas hasta la fecha, como el Santo Padre. Discrepar de los dogmas de la Logse es caer en anatema ante los ojos del pedagogismo verbal, ajeno a las realidades. Y una forma de anatematizar es dejar en el silencio a los discrepantes de un sistema educativo y una reforma que no fue tal.

Este septiembre también volvimos a dejar en el olvido el libro de Mercedes Ruiz, Los límites de la educación; tampoco hablamos de Panfleto Antipedagógico del matemático Moreno Castillo. Escribe este último, recordando a Demócrito, que "los niños a los que se les tolera que no se esfuercen, ni aprenderán las letras, ni la música, ni el ejercicio corporal, ni aquello que más relacionado se halla con la virtud: el respeto". Sentido común necesario o el próximo septiembre, volveremos a estar donde estamos.

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