Desagraviar a las palabras
Va a ser insoportable. El curso político acaba de empezar y ya vuelan sobre nuestras cabezas los cañonazos verbales del más grueso calibre. Las groserías y las contragroserías, los despropósitos y las descalificaciones... Si nuestros políticos, todos, hicieran un curso de resolución de conflictos, como se hace en nuestras escuelas e institutos para encauzar los problemas de las aulas, ninguno aprobaría, porque no quieren resolverlos, sino ganar por encima de todo. Si los alumnos siguieran los sonrojantes comportamientos que vemos y oímos a los políticos en el Congreso y en los medios de comunicación las aulas serían un lugar de pesadilla.
¿No habrá algún psico-sociólogo que imparta a la clase política un cursillo acelerado? Créanme que esas técnicas dan resultado.
Lo sé porque las puse en práctica durante mis años de enseñante. Aunque también se me ocurre otra solución más drástica, y es la utopía que recomendaba Luis Landero en uno de sus libros: "... Que guarden silencio absoluto durante un año entero y que sólo se oigan los ruidos de las tareas. Un año de castigo, un año dedicado a desagraviar a las palabras..." y a los ciudadanos que no nos merecemos tamaño suplicio. ¿Podría algún organismo internacional hacer algo sobre este tipo de tortura.
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