El lado oscuro del Estado de bienestar
El distrito de Rinkeby, a 20 minutos en metro del centro de Estocolmo, ofrece el lado oscuro del modelo sueco: 16.000 habitantes, 50% de paro, 102 lenguas maternas en la escuela primaria, auge de la delincuencia y de la drogadicción, sobre todo de consumo de kat, la hierba originaria de Somalia, Etiopía y Yemen. Es por la mañana y hay bastante agitación en la plaza principal del barrio. A los puestos de venta de fruta se han sumado las casetas de los partidos políticos. Este año hay una novedad. Por primera vez ha llegado hasta aquí el Partido Moderado, al que se distingue por la concentración de rubios. Uno de ellos, Ole Jörgen Persson, explica su presencia: "Es verdad que hace cuatro años no vinimos pero hemos cambiado. No queremos quitar votos a los demás partidos conservadores, necesitamos los votos de la gente de aquí".
No le falta razón. El 12% de los nueve millones de suecos ha nacido en el extranjero y en las listas de candidatos al Parlamento de los grandes partidos es normal encontrar nombres como Mahmood, Reza, Nikos, Roberto o Bogdan.
Hirsi, somalí, con 15 años de residencia en este país y que no quiere dar su apellido, ha votado por los socialdemócratas, convencido de que la derecha "es enemiga o al menos contraria a los inmigrantes". Tampoco parece muy agradecido al Estado de bienestar sueco: "Si tu nombre es extranjero tienes más dificultades para que te contraten. Las ayudas directas que nos dan son para controlarnos".
Néstor Arrieta, uruguayo, con más de 30 años viviendo en Suecia, y que trabaja en el mantenimiento de edificios y jardines, vota también a la izquierda pero ve problemas más inmediatos y está pensando en irse de Rinkeby. "Tengo un hijo de cinco años y no quiero que sea educado como un musulmán. No es una cuestión de racismo. Ellos son mayoría y las cosas se hacen a su modo. Aquí no hay quien encuentre chorizo o jamón serrano". Y resume sus ideas: "Están educando a los niños para que sean ciudadanos de Rinkeby, no de Suecia".
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