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Columna
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¡Atención!

Los beneficios de la entrada en vigor del permiso de conducir por puntos no se constatan sólo en las estadísticas de accidentes mortales (en Euskadi la cifra de muertos se ha reducido este verano a la mitad), sino que se pueden apreciar a simple vista y a pie de calle. Muchos más conductores se paran ahora en los pasos de cebra; y la imagen circulante en algunos tramos parece, a veces, la ilusión óptica de una secuencia al ralentí. Se han puesto también más radares en nuestras carreteras y han aumentado los controles de alcoholemia, uso del móvil... o por lo menos eso se nos ha dicho. Ya he escrito en alguna ocasión que apruebo el permiso por puntos, fundamentalmente, porque a los conductores nos hace convivir con nuestra propia responsabilidad al volante; y porque instaura la causalidad, la relación causa-efecto, en un terreno donde durante demasiado tiempo ha reinado la casualidad, la idea del accidente como caído del cielo o provocado por arte de magia.

Pero la (mala) circulación es, como quien dice, un arma de dos filos y toda la responsabilidad no puede caer sobre los conductores. La seguridad vial no tiene que ver sólo con el respeto y la atención que éstos muestran al volante sino que depende, y mucho, del estado de las vías por las que tienen, tenemos, que circular. En ese sentido, el permiso por puntos está bien, pero es poco. Creo que debería extenderse a las carreteras y, consecuentemente, a los responsables del diseño y mantenimiento de las mismas, de manera que cada bache, línea despintada, deformación de firme o iluminación turbia, quitara puntos y obligara a las reparaciones materiales y a las sustituciones personales pertinentes.

Cada conductor tiene ahora un crédito inicial de 12 puntos. Pues el mismo saldo debería atribuírsele a una vía ideal, y a partir de ahí valorar las reales. En cuanto una carretera llegara a cero puntos (o los perdiera todos de entrada, como muchas rutas del trazado vasco) habría que proceder a su reparación completa e inmediata. En cuanto a su responsable, se le retiraría el carné de gestión y sería reemplazado por alguien más competente. Insisto en que, dado el estado de nuestra red viaria, semejante sistema activaría mucho las obras públicas y la renovación de cargos en Euskadi (rasgos ambos de saludable dinamismo social).

En fin, que desde la entrada en vigor del permiso por puntos algo se está moviendo del lado de la responsabilidad privada; pero, poca cosa, del lado de la pública. Me quejaba yo, antes del verano, del lamentable estado de algunos tramos, documentadamente peligrosos, de la N-1 a su paso por Guipúzcoa. Ha pasado el verano, las sucesivas operaciones de salida y retorno, y esa vía tan principal no es que siga igual sino que está lógicamente peor, más apaleada por el intenso tráfico de estos meses: trazado arrugado, iluminación turbia, rayas desaparecidas.

Se suele decir que la realidad supera muchas veces a la ficción. La realidad es que si ustedes navegan por la página web de la Diputación de Guipúzcoa, se encontrarán con una ventana que pone "nuestras carreteras cada 10 metros", destinada a presentarnos, en un continuo de imágenes, el estado de las mismas. Sobre el papel, una maravilla informativa, muy útil para el (punteado) conductor-ciudadano. Pero sólo sobre el papel, porque, si uno abre esa ventana, se encuentra con un mensaje real que parece mentira. Dice así: "¡Atención! Las fotografías que se muestran son del inventario del año 1996, con lo cual no se corresponden con la red actual de carreteras en algunos tramos. El próximo inventario se realizará entre los años 2003 y 2004 (sic), con un nuevo conjunto de fotografías".

No sé si la Diputación no ha hecho aún el nuevo inventario prometido, o si lo que pasa es que no se atreve a colgarlo en la web. Me inclino por lo segundo porque la verdad es que, visto el estado de nuestras carreteras, airear sus fotos a los cuatro vientos de la red a mí también me daría muchísima vergüenza.

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