Una generación arrojada
Fueron esencialmente los poetas que cruzaron jóvenes el muy dramático episodio de nuestra Guerra Civil. Los que sobrevivieron y los que no, o lo hicieron fuera (aquella "España peregrina") o a rastras. Como rememora con minucia el recopilador y prologuista de esta amplia antología -es uno de sus méritos- "la generación del 36" se ha impuesto casi como una evidencia plural, incluso a quienes creen poco en el llamado "método generacional" para estudiar la poesía o lo tienen por excesivamente reduccionista y didáctico. El término "generación del 36" (otros preferirán "del 31", cambiando la óptica), muy bien historiado por García de la Concha, surgió con Pedro de Lorenzo en 1943 en la España vencedora, replicado muy pronto (aquí también) por el moderado Gerardo Diego, y desde América -en 1945- por Homero Serís. A partir de entonces -y con la intervención de casi todos, incluyendo al filósofo Julián Marías, muy afecto al ámbito de las generaciones- la polémica creció a favor y en contra, hasta chocar con la realidad misma: ¿cómo no iba a marcar una Guerra Civil, con vencedores y vencidos exilados o no, a quienes empezaron a escribir en ella o poco antes?
LA GENERACIÓN DE 1936. ANTOLOGÍA POÉTICA
Edición de Francisco Ruiz Soriano
Cátedra. Madrid, 2006
482 páginas. 13 euros
Casi todos anduvieron cerca
de las vanguardias, fueron más o menos amigos de los mayores del 27, casi todos pasaron por "la rehumanización", el compromiso (más allá de la mera poesía de combate), por el retorno parcial a las estrofas clásicas, especialmente al soneto, que es un fenómeno claramente anterior a la Guerra Civil, pero que en la posguerra de "Escorial" y afines se volvió más que un hábito, un cuño; y casi todos volvieron a Antonio Machado y a Unamuno, en detrimento del purismo de un Juan Ramón, por lo demás siempre respetado. En esos rasgos caben -como digo- casi todos, pero lógicamente hay muchas diferencias de tono, calidad y matices, en poetas que se quedaron aquí o que tuvieron que marcharse (también se fueron muchos poetas-profesores en los años cincuenta, y se ha hablado poco de ese semivelado exilio) y que a veces fueron poetas a tiempo casi completo y otras poetas, sobre todo, de juventud. En todos pesó la fractura civil, y todos pensaron y escribieron de España, madrastra o madre, como en todos cundió lo existencial (un drama de la vida y del tiempo) en los vencedores más habitualmente teñido de catolicismo agónico. ¡Cuánto "Señor", en los poemas de Panero, de Rosales o de Vivanco, verbigracia!
Ya anticipé que lo mejor de esta antología es la variedad y amplitud de los seleccionados, porque "la generación del 36" tuvo un abanico más extenso si cabe que otras al contar con el fenómeno del exilio en todo su auge. Hay grandes poetas como el indudablemente truncado Miguel Hernández, Juan Gil-Albert (mejor en su madurez), Luis Rosales, Leopoldo Panero o el primer Dionisio Ridruejo. Muchos altos poetas, que no llegan a grandes en ocasiones porque la poesía no termina siendo su quehacer principal, como Serrano Plaja, Dieste, Gaya (ante todo pintor), Cunqueiro o Cela (ante todo novelistas) o interesantes menores como Foxá, Pino, Gutiérrez Albelo, García Cabrera -quizá mejores en su primer surrealismo-, Bartra, Lorenzo Varela, o los muy desconocidos Bernardo Clariana o el asturiano Celso Amieva, que murió en Moscú. El lector tiene mucho donde escoger, pensar y gozar, aunque la selección individual de poemas (difícil en un cuerpo tan amplio) pueda no ser perfecta. Un solo sobreviviente ya: Juan Antonio Muñoz Rojas, 97 años. Lo que no termino de ver es qué hace en esta antología la gran ensayista María Zambrano, acaso poner presencia femenina, porque es la única mujer de la nómina. Cierto que Zambrano amó la poesía y en su última obra se acercó a la prosa poética, pero buscaba pensamiento (aunque lírico) no poema. Como sea -con sus flecos- una obra completa. Todo cabe. Al lector le cumple, ello sí, poner categorías al conjunto. Generación, la había. Y rica.
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