Tapar la boca de los hambrientos
Gracias a los modernos medios de difusión, la "tomatina de Buñol" es conocida hoy incluso en muchos países del Sur.
¿Cabe mayor ofensa, mayor bofetada para tantos centenares de millones de hambrientos, cuya sangre parece recordar el río de líquido rojo que corre "hasta los tobillos" por ese pueblo valenciano, en donde se tiran a la calle más de cien mil kilos de alimentos?
¿No nos pareceremos demasiado al que respondió: "¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?", después de haber "dado tomate" nosotros, a muy bajo precio, gracias a las subvenciones europeas, a esos países, arruinando y hambreando a sus agricultores?
¿Qué esperanza podemos tener en un mundo algo más justo -y más seguro- cuando una modesta denuncia de ese escandaloso y provocador dispendio ni siquiera tuvo acogida en la zona donde se produce, en lo que no puede ser calificado, como es por lo demás lógico en quienes cometen esas acciones y sus cómplices, sino como un tapar la boca de los hambrientos.
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