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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Rubito de Pastora

Al flamenco Rubito de Pastora le conocí en una crónica anterior, y por ella asomaba el cantaor la leyenda de su pelo rizado cuando un tiroteo nocturno hizo que buena parte de su público pusiese pies en polvorosa, y así fue cómo también le perdí la pista. Le encuentro de nuevo estos días de septiembre, en la fiesta mayor de Sant Adrià de Besòs, sentado en la terraza del bar Extremeño, en compañía de una cerveza fresquita y de unos mejillones al vapor y de un plato de pinchos morunos. Rubito de Pastora, que el próximo mes de octubre cumplirá 62 años, es una de las grandes figuras de un cante flamenco subterráneo que recorre todo el cinturón de Barcelona y que brota en las peñas de los barrios de L'Hospitalet, Cornellà, Badalona, La Llagosta... Rubito ha cantado sus romances en todas ellas, y ahí, en ese cante antiguo que trae nuevas de las tristezas del conde Olinos o de los amores del paje Gerineldo, nadie es capaz de plantarle cara a Rubito de Pastora. Sale del bar Extremeño a la calle la música de un cante flamenco, y dice Rubito: "Ése soy yo".

Rubito de Pastora se llama Victorino Blázquez, y anda prejubilado de su trabajo de pintor de coches en la Nissan Motor Ibérica. Rubito es un cordobés de Fuentecarreteros que llegó a Barcelona con 23 años, en busca de la fama del flamenco, pero antes de alcanzarla se casó con una muchacha de Granada, y luego tuvo dos hijos, y convertido en cabeza de familia ya no se atrevió a ir a por todas. "No vine a Barcelona huyendo del hambre; lo que buscaba era ser artista. La mayoría se fue del pueblo porque no tenía trabajo; pero a mí el campo no me gustaba. Yo era muy poquita cosa, y aquellos calores me ponían malo. Aquí, al principio me coloqué de albañil, pero tampoco me gustaba y eché una solicitud en Correos. Para entrar tenía que pasar un dictado y me equivoqué en las palabras 'joya' y 'joyería', que las escribía todo el rato con elle. Entonces me dijeron: 'Vaya usted a una escuela nocturna', y estando en ella fue cuando me llamaron de la Nissan, donde me he quedado. Si hubiera seguido soltero, o no hubiese tenido hijos, habría sido artista y habría corrido el mundo; pero yo quería mucho a mis niños y cada vez que les decía que me iba a ir de gira se ponían muy tristes. Y tampoco le hacía mucha gracia a mi mujer que yo anduviese por ahí solo, y de esta manera tuve que dejar el cante para los fines de semana". Rubito de Pastora tiene siete discos grabados y un libro biográfico (Rubito de Pastora. Pasión por el flamenco, escrito por José María Parra, Francesc Serrano y Silvia Lara, y editado por el Congreso de Cante Flamenco de Badalona en el año 2003), y le ha cantado a Tarradellas en el Hogar Extremeño de Barcelona, y con Jordi Pujol ha compartido cante y mesa en varias ocasiones, y a los exiliados republicanos de Toulouse también les ha llevado su cante flamenco. A Rubito le han llamado de los sitios más dispares para que vaya a cantar. "Una vez que estaba jugando al dominó en la Casa de Córdoba de Barcelona, se me acercó un muchacho y me preguntó si yo era Rubito de Pastora, y me explicó que un tío suyo estaba agonizando y el hombre, como era muy cordobés, no quería morir sin escuchar antes unos cantes de Córdoba. Había buscado y alguien le había dicho que yo era de los que mejor los cantaban. Me vi en un compromiso, pero me dio pena del enfermo y eché mano de un guitarrista de allí y salimos pitando los tres en un taxi. En la casa me encontré con un hombre muy delgado, al que se le notaban todas las costillas, y que daba unos ronquidos tremendos. Me senté a la vera de su cama para cantarle y, mientras le cantaba, el pobre hombre quería levantarse de la cama con una fatiga... y daba cada vez unos ronquidos más grandes... Y yo venga cantar... Nos habían puesto también en una mesita una botella de vino con dos vasos, pero por prudencia no nos atrevimos a tocarlos. El caso es que yo llevaba más de una hora cantándole al moribundo y empezaba a quedarme ronco, de manera que de vez en cuando le echaba una mirada al sobrino como preguntándole si la cosa iba a ir para largo, porque yo no sabía cuándo se iba a morir esa persona. En cuanto me comprendió, se acercó el sobrino al enfermo y le dijo muy atento: 'Tito, que el hombre se ha hartao de cantar, y se está quedando ronco, así que muérete ya cuando te salga de los cojones'. A la hora y media de dejar de cantarle, aquel pobre hombre se fue de este mundo".

A Rubito de Pastora le gusta contar que se siente muy cordobés y que quiere mucho a su pueblo y a sus paisanos; pero a continuación precisa que el verano que llevó su libro al pueblo los únicos que se lo compraron fueron los emigrantes que volvían de veraneo, y entonces se queda meditabundo y añade que, si lo considera egoístamente, está convencido de que en Cataluña se han portado mejor con él que en su pueblo. Cuando a Rubito se le habla de su paisano José Montilla, explica que le conoció hace más de 30 años, cuando Montilla presidía una entidad flamenca de Sant Joan Despí o de Cornellà, y cuando se le pregunta qué le parece la posibilidad de que el presidente de la Generalitat sea, al igual que él, natural de Córdoba, responde con gesto rudo: "¡A mí eso me da igual!".

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