Sangre y arena
Dejó escrito Manuel Vicent: "Los toros es un arte que consiste en convertir a un bello animal en una albóndiga sanguinolenta". Lo suscribo al 100%, de manera especial tras el empacho por la corrida goyesca de Ronda. Es increíble que los toros hayan degenerado en un espectáculo de la prensa del corazón, en parte Hola y en parte Aquí hay tomate. O lo que es lo mismo, un trozo de papel cuché pretencioso y supuestamente elegante y otro trozo de grosería y famoseo barato. Eso fue el espectáculo en el cual un muchacho de estirpe de toreros recibe la alternativa de su hermano. La familia Rivera Ordóñez se dio cita en la plaza, incluida la duquesa de Alba, Grande de España innumerables veces, junto a toda la pléyade de conocidos o gente que aspiran a serlo.
Un verdadero espectáculo montado para la televisión que no faltó a la cita con imágenes en directo de la llegada de los hermanos en coche de caballos a la salida a hombros de unos pobres hombres que cobran por su labor y a los que en el argot llaman los capitalistas. Incluso alguna televisión no dudó en abrir sus informativos con semejante show. Los tendidos de la plaza, propiedad de una organización tan anacrónica como una Real Maestranza, estaban repletas de gente, locos todos porque los sacaran en los periódicos y en las televisiones: varios ministros del Gobierno de España, toreros en activo y retirados, presentadores de radio y televisión, comentaristas de programas del corazón y gente famosa por lo que han hecho o por lo que han dicho.
La frivolidad alcanza el punto alfa, el momento donde se da cita la nada con lo más vacuo, un espectáculo decadente y antiguo junto con los protagonistas del espectáculo, porque lo importante ocurría más en las gradas que en el albero. Si Cayetano torea o no es lo de menos: ya tenemos carne fresca para llenar páginas y minutos de programas de televisión. La más rancia tradición patria se renueva con gente joven y con costumbres nuevas. La arena, las moscas, el sudor y la muerte junto con los programas estrella de las diferentes cadenas. No hay periódico que no traiga hoy dos comentarios, el taurino de la faena es menor comparado con la crónica social, que es lo que importa. Todo pensado para el espectáculo de principio a fin, incluidas las exclusivas o el supuesto homenaje del nuevo torero a su abuelo cuyas cenizas, al parecer, están en un rincón concreto de la plaza a pesar de los años, del viento y de la lluvia, lugar donde se postró el nuevo famoso.
De entre las imágenes, inmejorables los retoños de los Alba con sus criadas suramericanas, muy a la moda de lo que se lleva en Los Remedios o en el barrio de Salamanca. La rancia aristocracia con las costumbres de los nuevos ricos del ladrillo, "mientras las moscas abrevan en los vómitos de sangre de los toros bajo el flamear de las banderas de España", que diría Vicent. No parece que haya problemas en que niños tan pequeños presencien la tortura y muerte de animales. En cuanto a los trofeos, no está muy claro si se merecía alguna oreja del astado o un Emy.
Por faltar no faltó ni el populacho por las calles vitoreando a los señoritos y mirando a los famosos que entraban al selecto club de los maestrantes rondeños que dirige un marqués, cómo no, el de Salvatierra, casado con una ex ministra, para perpetuar la relación entre la aristocracia, el poder y la fiesta nacional. La crónica taurina ha tenido de siempre a verdaderos escritores. El último de los grandes fue Joaquín Vidal en las páginas de este periódico. No creo que a Vidal le hubiera gustado el show. Pero, desde luego, lo que no cabe ninguna duda es que el famoso Gregorio Corrochano, el que entronizó al bisabuelo del nuevo torero cuando hizo su debut en Madrid con la famosa crónica que comenzaba "es de Ronda y se llama Cayetano", no hubiera estado muy a gusto en un espectáculo así que más se parecía a la chirigota gaditana Los primos de Rivera, mezcla de casticismo y clasismo. Ya se sabe que la realidad supera a la ficción.
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