El Valencia retrata al nuevo Atlético

Nada nuevo por el Manzanares, donde el Atlético sigue tan plano como en cursos precedentes. Ha retocado el póster y ha invertido un puñado de millones, pero los defectos son los mismos: defensas sobrevalorados, un medio campo sin escuadra y cartabón y Fernando Torres, una veta de oro pésimamente explotada y al que de nuevo se le observa fuera de lugar. Por mucho que se haya publicitado otro proyecto, el Atlético de ayer fue una fotocopia del esmirriado equipo que ha desfilado por la Liga en las últimas temporadas. Bastó que le midiera el Valencia, tan crudo y cuajado como en ejercicios anteriores, para que el Atlético quedara al desnudo desde el primer minuto. Con Silva como única novedad, al equipo de Quique le sirvió clavar la trinchera en el medio campo y acelerar lo justo por los costados para enterrar a su rival, que vivió toda la noche a remolque del gol de Villa, una jugada de manual que retrató a los cuatro defensas locales. Un robo en el medio campo, Vicente que irrumpe por la izquierda sin que hubiera noticias de Valera, su marcador, y centro al área donde Villa, el único delantero visitante, remata sin más molestias que la atenta mirada de Antonio López, con Perea y Pablo fuera de onda. Con éste la tomó el público, enojado por sus flirteos estivales con el Real Madrid. A falta de nuevos encantos, la hinchada se dedicó a atizar el fuego contra el central.

El equipo madrileño dio vuelo a tres de sus nuevos fichajes y fracasaron en la misma medida

A la espera de que Aguirre dé con la tecla, el Atlético dio vuelo a tres de sus nuevos fichajes, y los tres fracasaron en la misma medida. Costinha, un medio matraca del perfil de Luccin, un centrocampista escoba siempre al filo de la expulsión, no aportó nada que no haya mostrado otros años el francés. Uno más otro igual a cero. Ninguno de los dos tiene dotes para tejer el juego. Tampoco Maniche, ayer ausente, es la solución. Tiene más llegada y recorrido que los dos pivotes titulares de ayer, pero tampoco tiene un compás en el empeine. A la derecha, como interior postizo, se ubicó Jurado, al que se le advierten más condiciones como relevo de Ibagaza que como sustituto de Maxi. Y como escolta de Torres, Mista, con un papel confuso y sin cordón umbilical con nadie. Tal fue el despropósito que al descanso Aguirre desterró a Mista y a Jurado. Aunque tenía motivos sobrados para hacer lo mismo con cualquier otro.

Si el Atlético ha iniciado su enésima reconstrucción, el Valencia se ha limitado a reforzar el modelo. Hace años que mantiene el molde. Por eso en nada le afecta que se retrase el debú de los recién llegados (Del Horno, Joaquín) o que se multipliquen las bajas (Albelda, Baraja). Con unos u otros, el Valencia es un hueso. Con la mandíbula de plomo que le caracteriza, al equipo no le importa darse al tajo hasta que logra que la pelota emboque a los pies de sus extremos, entonces cambia de marcha y pone todos los focos sobre Villa, un filón. El chico es tan pillo que, al menos fuera de Mestalla, a Quique no le importa concederle todo el frente de ataque, con un recadero a su espalda: la temporada pasada, Aimar, ésta, Silva. Fuera de casa será difícil que baile con Morientes.

Con el rancho a salvo y Villa al frente, el Valencia gobernó el partido con holgura hasta que Moretti tuvo un cortocircuito y se fue expulsado. Para entonces Aguirre ya había dado hilo a Agüero y Galletti, y contra diez el Atlético logró al menos dar la lata a Cañizares. Sin ideas, por supuesto, pero con una mayor dosis de adrenalina. Al borde del empate, Agüero, el nuevo mesías rojiblanco, falló un gol cantado, a un metro de la línea de gol. Sin Moretti, el Valencia puso la marcha atrás, lo que favoreció el asedio colchonero. Hasta que se desquició Torres. Frustrado quizá por otro estreno decepcionante, al capitán le dio por discutir con el árbitro y ya se sabe que a muchos de ese gremio no conviene siquiera darles las buenas noches. Torres se fue a la garita del vestuario y el Atlético se desinfló de nuevo. Está mal cosido y en el cesto de Aguirre, por más que desde la entidad se alardee de haber roto la hucha, no se adivinan soluciones. Lo contrario que en el Valencia, al que todo lo que le falta sólo puede mejorarle.