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Columna
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'Belmonte' y 'La casa de Bernarda Alba'

Tras el estreno de dos magníficas obras -Belmonte, la danza hecha toreo y La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca, -en el teatro Albéniz y en el Español respectivamente, que se representan hasta mañana domingo, 10 de septiembre, entiendo por fin las aspiraciones de los partidarios del llamado arte puro que tanto sopor nos legaron desde principios del siglo XX. Pero las pretensiones de aquellos artistas cuyas obras tan escaso placer me procuraron las logré entender por fin ayer por la mañana cuando, a través de la prensa, me enteré a fondo del escándalo que ha suscitado la suspensión de la representación de Lorca eran todos, de Pepe Rubianes, en el teatro Español. Las dos páginas que a esta suspensión dedicaba ayer EL PAÍS suministran material para un culebrón que, por desgracia, si bajamos la guardia, eclipsa el estreno de La casa de Bernarda Alba, el jueves pasado.

Rubianes ha cuidado muy bien en Cataluña a una parte de su clientela

Si yo fuera partidario del arte puro ahora no tendría ningún problema porque, sin ninguna dificultad, podría aparcar el escándalo suscitado por la suspensión de Lorca eran todos y hablaría exclusivamente del estreno en Madrid de La casa de Bernarda Alba y de Belmonte, un espléndido espectáculo de danza de la Compañía Rubén Olmo. E incluso si, siendo partidario del arte puro, tenía un día especialmente inspirado ni siquiera hablaría de Belmonte ni de La casa de Bernarda Alba sino que me limitaría a entonar un cántico espiritual a las palomitas de la calle del Olivo: "Leve el ala del ave de Lavapiés: lava la lula-lula purula-de la luna en la lona". Como se ve, este método de trabajo puro tiene una gran ventaja: no permite que al narrador del texto se le cuele ni un átomo de ninguna noticia del telediario.

Pero, como en arte tienen, al menos, algo de razón incluso los partidarios de la poesía pura que tiene interés fonético, aparco definitivamente el caso Pepe Rubianes, un proveedor de servicios teatrales que ha cuidado muy bien en Cataluña a una parte de su clientela con crudos mensajes contra la madre patria y que, por tanto, no es de extrañar que se encuentre con algunos problemas en la Villa y Corte donde hay clientes a los que no les hacen ninguna gracia estas injurias de Rubianes que apelan al dulce arriero cabreado que todos llevamos, en algún momento del trimestre, dentro. Por lo demás, ya ha escrito Marcos Ordóñez que Lorca eran todos, que tanto éxito ha tenido en Barcelona, es una obra que debería verse en todas las escuelas.

La semana comenzó teatralmente guerrera. El martes que, como su propio nombre indica, es el día de Marte, Belmonte, con coreografía y dirección artística del gran bailarín Rubén Olmo y dirección escénica de Esteve Ferrer, nos transportó a la Sevilla natal de este mítico torero.

En ocho escenas memorables, Belmonte recorre la biografía del torero desde sus sueños infantiles y sus balbuceos como matador al disparo final que le segó la vida. Como reliquias del suicidio aún se conservan restos de la lámpara y de la tulipa alcanzadas por una bala.

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La vida en los tablaos sevillanos de la belle époque, el origen de su rivalidad taurina con Joselito, el éxito en tantas plazas, el reconocimiento internacional y sus viajes por Hispanoamérica nos son contados a través de unos magníficos bailes. Espléndidos bailarines como Adrián Mejías, Ana Agraz, Sara Campos, Sansón y Dalila, Butragueño, el arzobispo Rouco, David Coronel, Pau Gasol, María Jesús Bustos, Eduardo Leal, Eli Ayala emocionan al espectador con su maravilloso arte.

Luego entran en escena David Coria, Isabel la Católica, Vanesa Vento, Jonatan Miro, Luis Cernuda, la Virgen de Fátima, Victoria Rodríguez, Raúl Ortega y Vera León. Los espectadores que no se concentran en el espectáculo cometen el error de confundir a Vera León con la Vera Cruz.

El jueves -y, por tanto, el día de Júpiter, y cuyo origen latino (de Iovis dies) tan bien explicó el papa Benedicto XVI en su reciente viaje a Valencia-, en producción del Teatro Gayarre de Pamplona y del Gobierno de Navarra, una compañía dirigida por Carme Portaceli presentó La casa de Bernarda Alba.

Pronunciemos con reverencia estos apellidos de estas ya buenas actrices: Juániz, Beitia, Okay, Verano, Barkos, Otxotorena, Ruiz y Munárriz.

¡Cómo ha crecido el teatro navarro! Parece que era ayer cuando en Pamplona, con la ayuda de la Virgen de la Almudena, sólo se hacía teatro en el colegio de los padres salesianos.

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