Ecuaciones contra el crimen
La oportunidad hace al ladrón. Parece un refrán, pero es una corriente en la que se apoya una nueva modalidad de la matemática aplicada bautizada con el sugerente nombre de modelos matemáticos de la criminalidad.
"Un zorro puede tener no tener hambre, pero como pase por delante un conejo, se lo va a comer. Si dejas un coche de lujo intacto en un barrio marginal, no le pasará nada. Pero si lo dejas con un faro roto, la gente empezará a pensar que no tiene propietario, que está abandonado... y para cuando vayas a buscarlo, estará desguazado. Lo hacen porque parece gratis, y porque el de enfrente lo hace. Frenar la exposición a la delincuencia puede evitar un contagio de actitudes", explica Juan Carlos Nuño, profesor de matemática aplicada de la Universidad Politécnica de Madrid. "A partir de un tratamiento estadístico de los datos podemos predecir la evolución temporal de fenómenos en estado latente", afirma Miguel Á. Herrero, catedrático de la Complutense.
Siguiendo estas teorías, el jefe de la policía de Nueva York decidió a principios de los noventa castigar con dureza los delitos menores para evitar que fueran a más. Lo llamó "la teoría del primer cristal roto" y partía del convencimiento de que si una persona rompía una ventana y veía que no pasaba nada, al día siguiente, entraría en la casa y se llevaría el televisor. Funcionó. El índice de criminalidad bajó un 40%.
"Si un médico ve en el análisis de un paciente que le ha subido mucho el colesterol, podrá tomar medidas para evitar un infarto. Nosotros igual", afirma Herrero.
"Un modelo es mucho más que estadística, es el análisis de la experiencia. Duplicar la presencia policial en una comunidad puede hacer que la delincuencia disminuya, pero convierte a las zonas colindantes en más vulnerables porque los delincuentes se desplazan, no desaparecen", explica Nuño. "A veces, es mejor mantener el control de un problema que intentar erradicarlo; los rebrotes pueden ser mucho más graves", añade Herrero.
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