_
_
_
_
Reportaje:VUELTA 2006 | Décima etapa

El factor K

El portugués Paulinho da al equipo Astana su tercera victoria en tres días

Carlos Arribas

Contaba un cicloturista apasionado que el mayor error que cometió en su vida amorosa fue el de afeitarse las piernas una semana antes de una prometedora cita. No había calculado el pedalista aficionado que tantos días después del afeitado los pelos volverían a asomar a la superficie cutánea con un vigor inusitado transformando la lisa y suave piel en papel de lija del número tres. Descubrió su equivocación con horror cuando, recién comenzado el escarceo horizontal, su partenaire emitió un grito de escándalo y abandonó el lecho de un salto y el apartamento con un sonoro portazo. "No volví a verla", comentó desolado el amigo corredor, quien ni por ésas renunció a la bicicleta. Por eso debería saber que existe una situación aún más dañina para la líbido, bromuro concentrado, en la que pueden verse envueltos los ciclistas.

Cuando está en el hotel, Alejandro Valverde calza hasta medio muslo unas medias de compresión decreciente, imitación color piel, gruesas, de ésas de farmacia contra las venas varicosas. Se tumba sobre las sábanas -con este calor no hay quien se tape- y, según los masajistas que entran a cuidarle, no hay visión más horrísona que el contraste entre el elástico de la media con la piel blanca de su muslo y la tela de los calzoncillos unos centímetros más arriba. Se las recomendó Óscar Pereiro y, antídoto como son para el deseo, son fenomenales para la recuperación después de las etapas, para eliminar toxinas por la sangre movida en una circulación más activa. Cuando las usa fuera de la cama, Pereiro, coqueto, al menos tiene la precaución de taparlas con un cubrepiernas negro. Pero Valverde, más espontáneo, las lució sin complejos, y sin toxinas, cuando subió al autobús ayer por la mañana, chancletas a juego.

Las necesitaba quizás más que nunca. Por la tarde, durante una etapa rompepiernas por la cornisa corrida a toda velocidad en medio del bochorno cántabro, el líder de la Vuelta recibió ración doble de toxinas. De palabra y de hecho. Para recuperarse de los efectos de las segundas, de las generadas en su organismo por el tremendo esfuerzo físico, el murciano utilizó las habituales medias. Para provocar las primeras, las palabras agresivas de algún rival, había recurrido al factor K.

Hay un factor K que -según la Wikipedia- lo mismo sirve para calcular conductividades térmicas que intensidades de estrés sobre estructuras de hormigón que la capacidad de doblarse de las láminas de metal, pero, aunque ayer, ecuador de la Vuelta, la etapa mostró que la conductividad térmica en el pelotón es altísima, que la flexibilidad de Carlos Sastre no es excesivamente alta y que la resistencia al estrés, de soportar grandes esfuerzos sin romperse, de su equipo, el CSC, es enorme, no fue tal coeficiente K el que manejaron Valverde y su equipo, el Caisse d'Épargne, sino el factor K ciclista, K como Karpets.

Después de una actuación displicente, estaba callado, como ausente, en el Tour, el gigante ruso de Eusebio Unzue está cumpliendo una Vuelta activa y participativa, expresiva, casi charlatana. Y ayer, en la primera de las etapas de transición de la segunda semana, el chico de San Petersburgo de las triangulares patillas y las largas melenas fue doblemente clave. Gracias a él, sus compañeros de equipo se olvidaron de la responsabilidad de guiar al pelotón; por él, Carlos Sastre sufrió, ay conductividad térmica, "un calentón", en expresión de Pereiro, y dijo algo así como que Eusebio, por Unzue, quería ganar la Vuelta sin trabajar. Y todo fue porque el director del Caisse d'Épargne recurrió a una táctica más vieja que el ciclismo para ahorrar sudores a sus muchachos: aprovechar que Karpets está a menos de siete minutos del líder para infiltrarlo en la escapada del día y hacer, así, que temeroso de que una fuga a lo Pereiro colocara al ruso de líder holgado, el CSC de Sastre, tercero en la general, se pasara el día, repecho para arriba, repecho para abajo, cuatro horas a 43 de media, viento de cara, tirando del carro.

El Astana de Kashechkin, más vitamina K, segundo en la general, no se vio obligado a tirar porque en la fuga de 15, que llegó con 3m 30s hasta el bisonte de Altamira, contaba con el portugués Sergio Paulinho, quien no sólo cumplió con la misión táctica de aliviar a los colegas, sino que incluso, con un fuerte impulso en el último kilómetro, en el repecho final, ganó la etapa, en lo que supuso el tercer triunfo consecutivo, tras los dos de Vinokúrov, del Astana, Kafka sobre ruedas, más K, en esta Vuelta.

Paulinho levanta los brazos en señal de victoria con Rebelli y Florencio al fondo.
Paulinho levanta los brazos en señal de victoria con Rebelli y Florencio al fondo.ASSOCIATED PRESS

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_