Elogio del ajo
El ajo es el sujeto del más perverso de los refranes: "El que se pica es que ajos come". La vida española está llena de picajosos; estarían mejor si comieran ajos.
Los cocineros de Duelo de chefs (Cuatro) rescataron el domingo el ajo como antídoto de varios contratiempos, entre ellos el del picor que producen las heridas. Entre los acertijos que debían resolver los invitados (Llum Barrera, Javier Veiga) estaba, además, uno que atribuye a Mahoma el descubrimiento del ajo como remedio contra el picor.
En esta época de picajosos (y los picajosos políticos son los más abundantes) se produjo a mediodía (La Sexta, los informativos de todas las cadenas) un instante de tregua, no como consecuencia del ajo, sino del baloncesto.
Zapatero y Rajoy tuvieron palabras similares por fin acerca de una misma cosa. Luego el líder de la oposición se olvidó del ajo. Le exigió (exigir ahora es sinónimo de pedir) al presidente que explicara "al conjunto de los españoles" qué iba a hacer este Gobierno en la guerra (sic) del Líbano... Zapatero lo explicó, pero aquí nadie escucha.
Rajoy también pudo haber sintonizado Cuatro un poco más tarde, cuando Iñaki Gabilondo entrevistó (por sorpresa; esa es una virtud del periodismo) al ex presidente Felipe González...
González estuvo en Irán, enterándose de lo que ocurría allí, y estaba dispuesto a contar las noticias que trae para entender qué pasa en Oriente Próximo. Fue tan didáctico que en algún momento le dijo a su interlocutor: "Mira, Iñaki", y le explicó algunos antecedentes de lo que ahora parece una herida cuyo picor no eliminarán ni los ajos: un antecedente, la guerra de Irak contra Irán, animada por Estados Unidos... Aquellos polvos y estos lodos. González pronunció una máxima: "Diálogo significa entender a la otra parte". Los picajosos prefieren taparse los oídos. Para seguir teniendo razón. Escuchar puede obligar a cambiar de opinión.
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