Escalada y ritmo de la inmigración

Es un hecho que la política de regularización de la inmigración ha sido un claro acierto y una necesidad, sobre todo desde un ángulo económico, pero, dada la naturaleza dinámica de este fenómeno, los gestores públicos no deberían minusvalorar los costes sociales que están surgiendo y que a medio plazo se elevarán considerablemente. Sabiendo que gestionar la inmigración no es sencillo, debería prestarse atención a la experiencia de otros países que nos han precedido para evitar repetir errores. La larga etapa de expansión económica basada en demasía en el auge inmobiliario se agotará como cualquier ciclo económico, y existe el riesgo de choque energético sobre nuestra economía; hay que imaginar quién aprovechará el caldo de cultivo que emergerá cuando trabajadores digamos autóctonos coexistan masivamente con inmigrantes empleados.

Existe un problema de magnitud, novedad y ritmo que dificulta su adecuada gestión y que exige previsión, prudencia e ideas, recursos o actitudes de las que no andamos bien pertrechados. Las buenas intenciones no pueden superar nuestros límites, no tenemos capacidad para convertirnos en una válvula de escape importante de los problemas de desarrollo económico de una parte de América Latina, de África, de países del Este e incluso de China. En este sentido, algunos sondeos indican que la calle percibe con mucha preocupación la masiva inmigración ilegal, algo que el Gobierno socialista debe advertir dado el tipo de oposición que practican los conservadores. Existe un riesgo de deterioro y de desbordamiento en la sanidad -en la enseñanza ya es un hecho-, fundamentado en un principio básico de gestión de recursos comunes: ante un fenómeno global como la inmigración, la gratuidad de estos servicios junto a la facilidad para incorporarse a la economía sumergida ejerce un poderoso atractivo para que el destino favorito de este flujo sea España.