La nueva historia china

El pragmatismo de la nueva China ha llegado a la enseñanza a través de la revisión de los libros de historia de primaria y secundaria. Shanghai, la segunda ciudad del país, será el primer lugar donde se utilizarán los nuevos textos, mucho menos ideologizados que hasta ahora y más centrados en la economía, la tecnología, las costumbres sociales o la globalización. Bill Gates, la Bolsa de Nueva York o el transbordador espacial son hechos más relevantes que la Revolución Francesa o la Revolución de Octubre. Es un gesto muy significativo pero igualmente contradictorio dentro del proceso de modernización que vive el gigante asiático desde hace más de dos décadas, justo cuando las autoridades parecen haber endurecido la persecución de los derechos civiles desde la llegada al poder del presidente Hu Jintao.

No faltan silencios y menciones elocuentes. Se habla menos del pasado y más del futuro. Se eliminan datos turbulentos de la historia antigua como que Qin Shihuang, el emperador que unificó el país, ordenó la quema masiva de libros y el asesinato de estudiantes. La figura de Mao Zedong se rebaja mientras que la de Deng Xiaoping, el padre de la reforma económica, se ensalza. El Gran Timonel es despachado con apenas un capítulo en los cursos superiores y aún menos en los inferiores, donde se hace referencia al fundador de la República Popular comunista sólo para explicar la buena costumbre de colocar la bandera nacional a media asta cuando fallece un líder. Sin embargo, los textos continúan sin hacer críticas a atrocidades como la política del Gran Salto Adelante o la Revolución Cultural; y tampoco analizan los sangrientos sucesos de la plaza de Tiananmen en 1989.