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DESDE MI SILLÍN | VUELTA 2006 | Octava etapa
Columna
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Sin control

En la carretera, controlar tu velocidad es lo más importante. Algo así era lo que decía un cartel saliendo de Monforte de Lemos, si no me equivoco. Estaba escrito en gallego, lengua que ni hablo ni entiendo, pero que, siendo como soy de Ermua (Vizcaya), me suena con cierta familiaridad. Y, además, paradójicamente, pasamos tan rápido al lado del cartel que tampoco aseguro que dijera exactamente lo que yo aquí digo. Pero algo así sí que era, de verdad.

El cartel en sí no tendría más historia si no fuera porque aquellas palabras no eran sin más un lema de una campaña cualquiera, no. Allí lo que había era una foto gigantesca de Óscar Pereiro, uno de los nuestros; o sea que aquello era una especie de consejo que él daba al que lo quisiese recoger, y en este caso resulta que éramos nosotros.

La velocidad, controlar la velocidad, que váis como locos. ¿Acaso no sabéis que un -ciudadano- cacereño os ha puesto una denuncia por exceso de velocidad? Pues sí, y como sigáis así no será el último, veréis. Algo así decía Pereiro. ¡Y, encima, lo tenéis merecido!

Lo curioso del asunto es que tuviésemos que ver ayer ese cartel.

Sí, ya sé que ayer pisamos Galicia y que eso será una campaña de la consellería -o como se llame- y todo eso. Pero el tema es que hasta ayer, en la Vuelta, no ha habido una etapa con tanta violencia en su desarrollo, sobre todo al principio, pues la violencia al final se sobreentiende.

Cincuenta y dos kilómetros por hora de media en el kilómetro 70. Es decir, que recorrimos esa distancia en una hora y veinte minutos. En bici, sobre dos ruedas y sin motor, lo recalco por si acaso. Cualquiera que nos viese volar en ese tramo es testigo de lo que digo. No es broma, ya podría serlo.

Tan rápido rodábamos que incluso al pasar un pueblo -O Barco de Valdeorras, lo he mirado en el mapa- unos cuantos se fueron rectos en una curva contra los coches aparcados. Ni la curva era mala ni los coches estaban mal aparcados; simplemente, la velocidad no era la adecuada.

Y todo esto ocurrió con Pereiro allí entre nosotros, vaya ejemplo. Y, encima, calladito. Calladito iba y calladito se lo tenía -lo del cartel, digo-. Con la boca abierta así, pero como todos los demás, para coger aire. Y bien atento a la rueda del de delante cuando íbamos en fila de a uno, no se le fuera a escapar.

Por cierto, en el sprint de ayer, uno, Vinokúrov, no controló la velocidad y se quedó solo. Cosas que pasan, ¿verdad, Pereiro?

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