Terrorismo en Turquía
Los Halcones de la Liberación del Kurdistán se han responsabilizado de la cadena de atentados ocurridos los pasados domingo y lunes en Estambul y en las turísticas ciudades costeras meridionales de Marmaris y Antalia, lugares de veraneo de muchos británicos, alemanes, escandinavos y rusos. Tres ciudadanos turcos han muerto y más de medio centenar de personas han resultado heridas, entre ellas, varios extranjeros. El objetivo de este grupo satélite del separatista Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) del líder Ocalan, condenado a cadena perpetua, no es otro que atacar la industria turística nacional, una de las mayores fuentes de ingresos del país euroasiático. Los ataques se producen, además, dos meses después de que Turquía abriera -no sin problemas, debido a las reticencias para el reconocimiento de Chipre- las negociaciones de adhesión a la Unión Europea.
El turismo en Turquía no pasa en la actualidad por su mejor momento, en contra de las previsiones oficiales, que auguraban una afluencia de más de 20 millones de visitantes en 2006, el doble que el año pasado. De momento no han superado los 10 millones. Las causas del descenso hay que achacarlas a varios factores: la inquietud que despertó la existencia de casos mortales de la gripe aviar, el fanatismo de integristas a raíz de la publicación de las caricaturas de Mahoma y el encarecimiento de la lira, la moneda local, en beneficio de los países balcánicos, entre otras razones. Las amenazas del terrorismo kurdo, que ya en julio y antes en febrero había cometido atentados y anunciado más acciones durante el verano, no contribuyen lógicamente a considerar el país como un lugar seguro.
Resultan siempre injustificables e incomprensibles las causas del terrorismo en general. En el caso kurdo, cuya guerra con el Estado ha causado más de 37.000 muertos desde 1984, es difícil de entender la última estrategia intermitente de los independentistas, sobre todo después del reciente anuncio del PKK de estar dispuesto a un cese total de la violencia. Tal vez los recientes atentados encajen dentro de la filosofía de los más fanáticos del cuanto peor, mejor.
El partido de Ocalan, cuya sentencia a muerte fue conmutada por la de cadena perpetua, sigue siendo una organización terrorista para Turquía, EE UU y la UE. El Consejo de Europa pidió el año pasado la repetición del juicio. La minoría kurda representa aproximadamente la quinta parte de los 73 millones de habitantes de Turquía y debe admitir que, aun cuando no ha logrado todas sus reivindicaciones, sus condiciones han mejorado tras la llegada al poder en 2002 del moderado partido islamista de Erdogan, que reformó la Constitución para reconocer su identidad cultural.
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