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Reportaje:

Cádiz desde otro punto de vista

El aeroclub de Jerez ofrece paseos en avioneta para recorrer la provincia desde las alturas

La torre de control se comunica con José Luna y le indica que se dirija a la salida Tango 2. El piloto pide permiso para avanzar por la pista y, 200 metros después, la avioneta Cessna 172 despega. Comienza el viaje. Por delante, tres cuartos de hora de vuelo para disfrutar de una nueva perspectiva de la provincia de Cádiz. Abajo quedan las viñas jerezanas, la desembocadura del Guadalquivir o los corrales de la costa de Rota. Pero también los bañistas en la playa de La Caleta, los chalés que salpican los pinares de El Puerto y las nuevas urbanizaciones que surgen, idénticas, alrededor de los núcleos urbanos.

Desde que en 1996 el aeroclub de Jerez puso en marcha, en colaboración con la Diputación gaditana, el programa Volando Cádiz, más de 8.000 personas han disfrutado de esta experiencia. Algunos son visitantes que vienen aconsejados por los hoteles. Muchos otros son vecinos de la zona que descubren con estos vuelos una faceta diferente. "Ves la provincia por delante, por detrás y por los dos lados", resume Jesús Barragán, vecino de Cádiz, después de la experiencia.

Pero el viaje no es sólo un paseo contemplativo. Los pilotos, voluntarios del aeroclub, tratan de involucrar a los pasajeros. José Luna -jerezano, electricista y piloto en sus ratos libres- enseña al pasaje las partes de la avioneta y traduce las indicaciones de la torre de control. A los más atrevidos, Luna incluso les deja los mandos de la avioneta durante unos minutos. Esta experiencia ha servido para que algún pasajero se anime después a entrar en el aeroclub. "Una vez vino un chaval que no sabía qué estudiar, pero al bajarse dijo que iba a ser piloto. Tres años después regresó: ya es piloto profesional", cuenta orgulloso.

Por la costa

Desde Sanlúcar, la avioneta avanza en paralelo a la costa. Solicita permiso para cruzar la línea de aterrizaje de la Base de Rota y toma altura. Aún así, se distinguen las calles, e incluso la gente de la plaza de toros de El Puerto. "Hemos visto hasta el torero. Creo que nunca estaré tan cerca de una corrida de toros", comenta Jesús Barragán. Abajo, en la Bahía, el Vaporcito se dirige hacia Cádiz. La visibilidad es perfecta, pero otros días el viento o la tormenta han obligado a suspender el viaje. "Siempre nos despedimos con un 'hasta la próxima, si el tiempo lo permite", bromea el piloto.

El aeroclub ofrece tres rutas: la Bahía, la campiña y la desembocadura del Guadalquivir, pero puede adaptar el recorrido a las preferencias de los viajeros si éstos quieren, por ejemplo, ver sus casas desde las alturas. Otros hacen sugerencias más sorprendentes. Una mujer inglesa de 83 años pidió a José Luna, por señas, pilotar la avioneta. Algo receloso, el piloto cedió los mandos. Ella se hizo con el control y manejó el artilugio con soltura, realizando incluso maniobras complejas. Una vez en tierra, y con la ayuda de un traductor, Luna supo que su pasajera había pilotado durante años aviones de la II Guerra Mundial.

La Cessna 172 pide permiso para aterrizar. Reduce velocidad y se posa en la pista. La avioneta descansa en el aparcamiento, los pasajeros reciben un carné que certifica su bautizo de aire, y José Luna se despide, por hoy, de su pasión por las alturas. Hasta el próximo vuelo, si el tiempo lo permite.

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