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Fútbol | Supercopa de Europa
Columna
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Aptitud y actitud

Ramon Besa

En tanto que campeón de Liga y de la Copa de Europa, el Barça corre el riesgo de analizar sus derrotas como accidentes del juego, tal que fuera un equipo infalible, encantado de la vida y de haberse conocido. La autocrítica consiste en pasar por el confesionario y recitar "por mi culpa, por mi grandísima culpa" hasta el próximo partido, que a buen seguro se ganara con la gorra, siempre que el equipo cumpla la penitencia.

Alrededor del equipo se ha organizado un optimismo contraproducente por no decir desmesurado al punto que los títulos no se suman sino que se descuentan porque se le supone que todos le pertenecen. Así, se insiste en la bondad de un resultado en la Supercopa que funcionará como una cura de humildad porque llega en el mejor momento. La tesis es que no se necesita tratamiento sino que basta con un analgésico.

El Barça ciertamente no sufre ningún problema estructural, y la pérdida de una final no es motivo suficiente como para revisar el plan y ni siquiera provocar la desconfianza. Hay ciertos tics, sin embargo, que invitan al equipo a corregirse con prontitud antes de que se conviertan en problemas irresolubles, y la mayoría se refieren más a cuestiones de actitud que de aptitud.

Desde el punto de vista futbolístico, el Barcelona resulta por ahora imparable con el marcador a favor y, en cambio, es vulnerable con el resultado en contra. No es un equipo que sepa especular y por tanto necesita aprender a jugar mientras dura el empate: precisa tener más tensión y atención en el partido. El Sevilla, por ejemplo, visualizó la final de la Supercopa desde que inició la pretemporada, sabedor de que era el título que más al alcance tendría durante el curso, mientras el Barça acudió al estadio como si afrontara un amistoso más de su exitosa pretemporada en una actuación que evocó la final de Atenas-94.

El interés del Sevilla contrastó con la desidia del Barça, apreciable dentro de la cancha y, por una vez, también fuera, cuando Ronaldinho asistió el mismo día del partido a un acto de promoción personal. El gesto del brasileño rompe de alguna manera el código de conducta del equipo. La salud del Barça se fundamenta en el espíritu de equipo, la humildad y el compromiso, valores colectivos por encima de cualquier individualismo, y los premios que van sumando las figuras del Barcelona fomentan el conflicto entre los distintos egos que se alinean en el Camp Nou. A los azulgrana se les ha vitoreado no sólo por sus virtudes sino por su capacidad para alejarse de los vicios que llevaron al Madrid a la autodestrucción.

A Rijkaard se le ha duplicado el trabajo. El ejemplo del año pasado le anima a intervenir en el campo: si el "efecto Messi" funcionó entonces como estímulo, la experiencia de Zambrotta, Thuram y Gudjonhsen le puede ayudar ahora a equilibrar el plantel. Otra cosa será el papel del entrenador fuera del campo: los síntomas que emiten las figuras son preocupantes porque inciden en la endogamia. Al Barça no le conviene mirarse más al ombligo ni contar los títulos sino procurar ganar el próximo partido. La abundancia provoca ceguera.

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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