El fantástico verano de 1936
En 1936, el Frente Popular ganó las elecciones en España y también en Francia. Dos viejos países europeos resistían los vientos totalitarios que campaban por Europa. Pero mientras que aquel verano en nuestro país estallaba la guerra civil, los obreros franceses se tomaban, por primera vez en sus vidas, unas vacaciones pagadas. Una ola de felicidad y alegría se extendió por todos los rincones del país vecino. Pese a la brevedad de aquella experiencia política y los terribles tiempos que siguieron, la decisión del Gobierno presidido por Leon Blum de establecer le congé payé acabaría siendo irreversible y cambiaría de forma radical nuestras sociedades.
Se cumplen, este año, siete décadas de aquel verano extraordinario y el recuerdo de aquellos días, en contraste con lo que sucedía en España, es uno de los más bellos, tiernos y socialmente decisivos de la historia de Francia. Era algo inaudito. Inesperado. Como un pecado original. Los obreros descubrieron las vacaciones, la playa y la montaña. Trabajadores industriales de las ciudades del interior, que nunca han visto el mar, contemplaron el horizonte infinito, los atardeceres cálidos, y se dejaron llevar por el sopor de las tardes ociosas y lánguidas.
El verano en París comienza la víspera de la fiesta nacional; la noche del 13 de julio, la ciudad ya es un caos organizado
La derecha no se lo tomó muy bien. No sólo en lo político, sino también en lo estrictamente personal. Son innumerables las anécdotas de la época que destilan el desprecio con el que las clases pudientes acogieron la llegada a su jardín privado vacacional de los obreros y sus familias. Les llaman los congespayes, se quejaban de que en las playas hubiera papeles grasientos y denunciaban la "semana de dos domingos", en referencia a la semana de 40 horas.
Algunos testigos sobrevivientes de aquel verano glorioso, que ni siquiera osaron ir a las playas o desplazarse fuera de las ciudades, lo recuerdan ahora como el momento más feliz de sus vidas. Cuando Leon Blum fue juzgado en Roim en 1942, les dijo a los jueces colaboracionistas del mariscal Petain: "Tengo el sentimiento de que, con la organización del trabajo y del ocio conseguí, pese a todo, aportar una especie de embellecimiento, de luz en las vidas difíciles y oscuras...".
Eran sólo dos semanas. Luego fueron tres, cuatro y, finalmente François Mitterrand las dejó en cinco.
Antes, los franceses se iban de vacaciones masivamente, casi todos al mismo tiempo, después de celebrar el 14 de julio, la Fiesta Nacional, la toma de la Bastilla. El verano en París empieza la víspera, la noche del 13 de julio. La ciudad ya es un caos organizado. Los cuarteles de los bomberos se convierten en salas de baile. Es una curiosa manera de rendir homenaje a la Revolución.
Ahora los franceses ya no se van de vacaciones todos al mismo tiempo. Pero no lo parece, porque cada fin de semana del verano las carreteras están colapsadas en todos los sentidos. París se vacía considerablemente. Se hace incluso posible circular en coche y aparcar sin demasiados problemas. No en la playa del Sena, naturalmente, que pasa a ser propiedad de los parisienses que se quedan y que se apropian de la ciudad, por más que tengan que compartirla con la avalancha de turistas. Este año, además, es posible incluso bañarse en la nueva piscina junto al río bautizada Josephine Baker.
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