Sin genitales, sin páncreas, sin uréteres
Cuando el realismo sucio ataca dentro y fuera, es un respiro tropezar con la fotografía de un escaparate. Se comprende la fascinación de niños y adultos por la magia de esa dimensión acristalada. La gente sale de escaparates como el que se toma un valium o se fuma un canuto: para fugarse un rato de esta mierda, que diría George W. Bush. A mí me gustaría, en vez de salir de escaparates, vivir dentro de uno (que viene a ser como transformarse en valium en lugar de tragárselo). En el de la fotografía, por ejemplo. Más aún: si me dieran a elegir entre Benidorm y el escaparate de la foto, elegiría el escaparate de la foto para pasar las vacaciones. Viviría allí todo el mes de agosto, incluso toda mi vida, rodeado de esas chicas tan agradables, tan despreocupadas, tan siniestras en el mejor sentido de la palabra.
Estoy dispuesto a renunciar a todo, incluso a los genitales, como las chicas de la imagen, que a cambio tienen alma
Quisiera ser siniestro al modo de las maniquíes. Me gustaría no moverme apenas, sólo lo necesario para pasar de vez en cuando al escaparate de al lado -el de la ferretería- y hacer bricolaje con mi cuerpo. Sueño con un mundo en el que todos los escaparates estén comunicados por medio de trampillas secretas que sólo conociéramos los maniquíes. Cuando cerraran los establecimientos y las calles se quedaran desiertas, iríamos de un escaparate a otro para intercambiar experiencias con los habitantes de ese mundo. Pasaría el otoño en el escaparate de una farmacia, anunciando ansiolíticos de tercera generación; el invierno, en el de una mercería antigua, promocionando cremalleras relámpago; y la primavera en el de una agencia de viajes, divulgando el Caribe. Queda el verano. El verano, en una tienda de moda de Barcelona (como la de la foto).
Estoy dispuesto a renunciar a todo, incluso a los genitales, como las chicas de la imagen, que a cambio tienen alma; no hay más que ver su expresión para comprender que poseen un alma pequeña con la que no hacen daño a nadie. Yo quiero tener un alma así, para no hacer daño y para que no me lo hagan. Y si hay que prescindir del recto, de los uréteres, del sistema linfático, incluso del páncreas, renuncio a todo eso y hasta del aparato locomotor prescindo con tal de que me lo den todo hecho. Juro quedarme en la postura en la que me deje el escaparatista. Que decidan por mí, que me peinen, que me vistan, que me quiten el polvo. Estoy harto de pasarme la vida viendo escaparates por prescripción facultativa. Quizá me haya ganado el privilegio de vivir en uno.
De este modo, cuando nos bombardearan, porque tal es el destino último de todas las ciudades, mi cuerpo se rompería por la articulación que presentan las chicas de la foto a la altura de las caderas y mi tronco caería sobre el suelo, mezclado con los de las modelos. Y nuestros ojos abiertos contemplarían, desde esa dimensión, a los supervivientes que pasaran por la calle. Y los supervivientes nos envidiarían al comprender la ventaja de haber nacido maniquí como el adicto envidia al valium por haber nacido estupefaciente. Y entonces pasaría un fotógrafo de prensa que nos sacaría a las chicas y a mí para publicarlo como metáfora del bombardeo, o del fin del mundo, en su periódico. Así sea, Dios mediante, por los siglos de los siglos, o sea, amén.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.