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MAR DE COPAS
Columna
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Bricococtelería: cómo sobrevivir

Cuenta Sandro Rosell, ex presidente del FC Barcelona, que cuando era joven trabajó para la empresa de perfumes Myrurgia. Entonces no se dedicaba a reclutar estrellas ni a poner nervioso a Joan Laporta, sino a abrir mercados en lugares tan desconocidos para él como Riad, en Arabia Saudí. Al llegar a la capital, Rosell observó el éxito que tenían las botellas de litro de una colonia de su catálogo y cuando preguntó por los motivos de tanto entusiasmo, le dijeron: "La religión prohíbe a los musulmanes probar el alcohol y, a veces, los fines de semana, se desquitan. Para ellos, el perfume es lo de menos, a la colonia le dan otro uso".

El uso de colonia para crear combinados poco convencionales le permitió a Rosell colocar los excedentes de tres años y enviarlos a Arabia Saudí en un contenedor. La experiencia de estos árabes es compartida por bebedores de muchos países. Cualquiera que haya tenido cerca a algún alcohólico en proceso de desintoxicación sabe que los médicos recomiendan mantenerles alejados de los alcoholes farmacéuticos, de los perfumes y, si son sacerdotes, del vino de misa. En otros casos, lo que lleva al bebedor a inventar mezclas poco ortodoxas es el entorno. Durante el comunismo, por ejemplo, la destilación clandestina de vodka alcanzó niveles de epidemia en la URSS. Es más: hay quien sostiene que no puede entenderse la historia del imperio soviético sin analizar el papel fundamental de la vodka (legal y casera).

Venedikt Eroféiev, autor de libros tan etílicos como Moscú-Petushkí, convirtió esos brebajes en protagonistas de sus narraciones. En la novela antes citada -un delirante viaje en tren por un país moralmente arruinado-, Eroféiev habla de cócteles temerarios cuyos ingredientes parecen salir de un capítulo de Bricomanía: barniz depurado, pócimas contra la transpiración de pies, colonias, laca para las uñas o elixir para los dientes. Se trata de una coctelería de supervivencia, basada en aprovechar cualquier líquido para perpetrar alguna mezcla ilegal. Eroféiev, además, los bautiza con nombres muy descriptivos, como el cóctel Entrañas de hijoputa, compuesto por 10 centilitros de Cerveza de Zhigulí, 3 de Champú "Sadkó, su huesped rico", 7 de loción anticaspa, 1,2 de cola de contacto, 3,5 de líquido para frenos y, finalmente, 2 centilitros de insecticida contra pequeños insectos. ¿Sus efectos? Los describe así: "Bébalo a grandes tragos con la aparición de la primera estrella. Tras dos copas de ese cóctel, el hombre está tan arrebatado que uno puede colocarse a metro y medio de él y pasarse media hora escupiéndole a la jeta sin que diga nada".

Cóctel del día: Ruso Blanco

Una parte de vodka, una parte de crema de cacao, una parte de nata y nuez moscada rallada. En una coctelera con mucho hielo picado, mezclar la vodka, la crema de cacao y la nata. Pasarlo luego por el colador, verterlo dentro del vaso y espolvorear el combinado con la nuez moscada. Yehed mad! (¡Salud!, en bretón).

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