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Crónica:LO QUE HA LLOVIDO
Crónica
Texto informativo con interpretación

Terrorismo literario

El boom de la novela latinoamericana nació de una alianza político-comercial, y tal erupción literaria carecía de bases estéticas y éticas. Las obras que cimentaron el nacimiento del boom se publicaron con una publicidad hasta entonces desconocida, y sus autores vivían en Europa, fuera de sus países. Los escritores consagrados en estas circunstancias son una mafia.

Así íbamos por la vida. Cargándonos los iconos, desvistiendo a los santos y bajándolos de sus pedestales. Hablando de terrorismo literario en América Latina.

Las ideas anteriores las expresaba José Blanco Amor en dos capítulos de la sección La Cultura, y citaba, como miembros del que podríamos llamar clan del boom, y por orden de aparición en escena en España, a Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Cortázar y García Márquez. Cuatro reconocidos terroristas de pro. Las fotos que acompañaban el artículo -un Gabo a lo Che Guevara, aunque sin boina; un Vargas Llosa de pelo largo cubriéndole las orejas y con aspecto de galán de cine español- merecerían ser rescatadas por quienes en ellas aparecen.

A los cuatro nombres anteriores se unían, "cuando así convenía", los de Juan Rulfo, Onetti, Roa Bastos, Guimaraes Rosa o Alejo Carpentier, "coro de la tragedia griega", que "estaban ahí para que los dioses pudieran descargar sus conciencias culpables". Hay que reconocer que nos despachábamos con mucha soltura.

Y mientras, el país iba poniendo los cimientos de la democracia. Gobierno y oposición buscaban bases para negociar y se reunían por afinidades: López Rodó, Girón, Silva Muñoz, Liñán -el Jurasic Park, los grandes velocirraptores del franquismo-, en la Costa del Sol; se decía que Gil-Robles y Ruiz-Jiménez, en Sotogrande (ellos desmentían el encuentro); socialistas y comunistas, donde podían.

Y la Iglesia demostraba, una vez más, ser toda comprensión. En Seveso, Italia, había estallado un tanque de la fábrica Icmesa, lanzando al aire 3.000 kilos de sustancias contaminantes con la peligrosa dioxina TCDD. Y mientras el ministro de Sanidad de aquel país recordaba el principio constitucional que contemplaba el aborto terapéutico para las mujeres embarazadas, el cardenal de Milán bramaba contra "una campaña a favor del aborto sin escatimar golpes". El párroco de Seveso decía que todo se solucionaba con confianza en Dios. Eso sí que era un buen golpe.

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