_
_
_
_
Fiestas de La Blanca
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Escenarios para todos

Guaysteiz se transforma durante las fiestas. Muchas calles del centro -los barrios siguen su veraneo particular y se han quedado casi vacíos- se llenan de atracciones y de gente bulliciosa con ganas de divertirse hasta que el bolsillo y el cuerpo aguanten. Los escenarios se multiplican. Las actuaciones se suceden sin descanso. La población parece duplicarse con gentes de los pueblos cercanos, con forasteros que repiten y algunos turistas. Durante La Blanca se rompe la rutina, se cambian los horarios, se sobrellevan ciertos excesos.

La antañona Vitoria, al igual que la Edimburgo de Robert L. Stevenson, de Conan Doyle y otros autores que suenan (como Ian Rankin o Irving Welsh), pero apenas se leen, en agosto tienen similitudes, salvo la latitud en el mapa y alguna otra menudencia aportada por la insularidad. Ambas conviene recorrer paseando sin prisa, dejarse llevar por sus angostas calles, por sus viejas casonas, por sus peculiares bares, por sus comercios. Las dos parecen estar divididas: el Casco Antiguo (Old Town, alrededores del Castillo) y la urbe de los ensanches (New Town), alrededor de los cuales han ido creciendo, desarrollándose.

La antañona Vitoria, al igual que la Edimburgo de Stevenson, en agosto tienen similitudes

Caminar por la parte antigua (la Old Town) es complicado y también más atractivo porque, al estar asentada sobre una colina, en la que destaca la imponente colegial de Santa María, el trazado se presenta repleto de cuestas, de callejuelas, de curvas, de escaleras -aquí, pronto mecánicas y polémicas -, de cantones,... La impronta medieval, alargada sombra del pasado, sigue muy presente. Royal Mile es la calle principal de la Old Town y conduce al impresionante castillo, con sus exhibiciones de música militar; está llena de tiendas de recuerdos, de pubs y sosegados restaurantes.

El cosmopolita Festival de Agosto, que en realidad dura desde julio hasta septiembre, en Edimburgo es una suma de festivales: el cinematográfico, el de jazz & blues, el Internacional (en el que hay música clásica, ópera, teatro, danza, títeres,...), el Literario (este año con la presencia de Seamus Heaney o P. D. James), y otros dedicados a la ciencia, la cultura celta o múltiples manifestaciones de arte callejero e independiente. Vamos, como en la capital alavesa, pero sin Encina Serrano ni el fantasma de Villa Suso. El kilt, la tradicional falda escocesa para hombres, se podría intercambiar por la indumentaria de los blusas; el whisky, por el pacharán; ellos tienen a mister Hyde, "el Sacamantecas", y nosotros tuvimos a Garayo; cuentan con sus propias libras... y una bandera azul cruzada por barras blancas que bien podría servir a alguna peña del Glorioso.

Su Biblioteca Nacional bien pudiera envidiar a la Fundación Sancho el Sabio, y, para marchas militares, nos conformamos con el compulsivo tipo del bombo. Allí se documentó Walter Scott, y aquí Toti Martínez de Lezea; una estatua recuerda a Stanley, mientras en la Florida se erige la de Iradier; allí, si alguno se agacha, se le ve... Una ciudad cosmopolita, y otra sólo (que no es poco) polita.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_