¿Quién no lo ha soñado?
Tu equipo ha perdido un partido decisivo, y la cosa no tiene vuelta de hoja. ¿O sí? En la duermevela que busca consuelo para lo irremediable aparece una imagen borrosa: el diario del lunes informa de que el Comité de Competición ha dado los tres puntos a tu equipo por alineación indebida de un jugador en el rival. A la mañana siguiente todavía hay un instante de duda antes de que la voz del locutor leyendo los resultados imponga la dura realidad. Siempre es así.
O casi siempre: el Juventus de Turín ganó la Liga de su país con 3 puntos de ventaja sobre el Milan, y 15 sobre el Inter, tercer clasificado. Pero la investigación de la trama de manipulación de árbitros y escándalos adyacentes que ha sacudido el fútbol italiano ha provocado la pérdida del título y el descenso a la serie B de la Juventus y que se le resten 30 puntos al Milan, lo que convierte en campeón al Inter. Ni el más fantasioso seguidor de este equipo pudo imaginar una carambola semejante. Nunca había ocurrido algo así, pero ya no podrá decirse que es imposible que ocurra.
Estamos en la era de la incertidumbre, dicen los filósofos, y ya nada o casi nada es definitivo. El caso más extraordinario es el de Óscar Pereiro, que será proclamado ganador del Tour 2006 tras la confirmación ayer del positivo por testosterona de Floyd Landis. Décimo en las dos ediciones anteriores, Pereiro soñaba con entrar esta vez en el podio, pero los 24 minutos que perdió en la segunda etapa pirenaica parecieron dejarle fuera de cualquier opción. Sin embargo, dos días después cogió una escapada consentida que le sacó media hora al pelotón y le vistió de amarillo.
A esa sorpresa siguieron otras, una cada 24 horas y cada una desmintiendo lo que la víspera parecía definitivo. La más increíble fue la resurrección de Landis tras habérsele dado por definitivamente hundido en la etapa que terminaba en La Toussuire. El americano jugó sus bazas y llegó a París como vencedor, con menos de un minuto de ventaja sobre Pereiro. Todo el mundo dijo que el corredor gallego había perdido una ocasión irrepetible. Pero faltaba el epílogo, que comenzó a escribirse con el anuncio del posible doping de Landis que ayer confirmó el laboratorio de Châtenay-Malabry. Punto final; a no ser que...
La flecha del tiempo camina siempre en la misma dirección, pero a veces parece revelarse contra lo irrevocable y volver atrás, lo que produce gran desconcierto. El 6 de febrero de 2005, el Athletic de Bilbao jugaba en Riazor. Desde el minuto 50 ganaba por 0-1, y Etxeberría marcó un segundo tanto que parecía definitivo. Pero fue anulado sin que se supiera por qué. Más tarde, a falta de tres minutos para el final, el colegiado paró el juego por indicación de algún jugador del Depor, que le incitaba a consultar con un linier. Tras hacerlo, el arbitro señaló un penalti en el área del Athlétic, motivado, según su explicación, por una falta producida dos minutos antes. Marcó Tristán y el partido terminó en empate. Todo ello resultó tan extraño como algunos relatos de Edgar Allan Poe.
Así estaban las cosas cuando el lunes por la mañana los seguidores bilbaínos pudieron leer en el ABC que "ayer fue el Athlétic el que, sin desmelenarse, se llevó tres puntos de La Coruña merced a una excelente defensa, un juego práctico y un golazo de Orbaiz". Sin duda, la crónica había sido enviada antes de que finalizara el partido; pero por un instante, la ensoñación de que era posible abolir lo irremediable pareció verosímil.
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